Los chinos, para quienes la necesidad es virtud, se han propuesto levantar un hospital en la ciudad de Wuham en diez días y lo conseguirán. Lo quieren inaugurar para San Blas
Esteban de las Heras
Sábado, 25 de enero 2020, 22:13
China va a construir un hospital en diez días. Por aquí, las cosas se hacen de otra manera. Diez días es lo que debieron durar las primeras conversaciones para dilucidar si era conveniente o no levantar el PTS. Aquellos primeros contactos, si mal no recuerdo, ... se llevaron a cabo en el pasado siglo, sobre 1997 más o menos. Luego ya, en 2002, el año capicúa, empezaron las obras. Para qué voy a contar lo que tardaron en terminar y lo que vino después; eso está muy presente en la memoria reciente de toda Granada. Ahora andamos dándole vueltas a la capitalidad cultural para el 2031 y, de momento, como en lo del hospital, estamos en los primeros tanteos, en el precalentamiento o la tormenta de ideas. O sea, en 'veremos a ver'. Si seguimos las mismas pautas con las que en nuestra provincia se hacen las medias circunvalaciones, los Aves lentos, los medio metros y las escuelas –no olvidemos que todavía hay niños que reciben clases en barracones–, muy bien podemos llegar al año 30 con las ideas más o menos claras, pero sin ningún proyecto rematado. Y ese será el momento de llamar a los chinos para que nos saquen del atolladero. En realidad no hay que llamarlos, porque ya están entre nosotros, en sus minimarkets, en sus tiendecillas, en bastantes súper y en el Granada CF. De seguir con nuestro ritmo lento y asaz reposado no llegamos con tiempo a ese mágico 2031, pero con la ayuda de los chinos podríamos presumir de una ciudad cultural con un poderoso toque oriental de dragones multicolores, globos de papel, arroces tres delicias y rollitos primavera. Y algún listillo podría aprovechar la ocasión para resucitar la ruta de la seda, el largo camino de esa maravillosa fibra que tanto tuvo que ver en las comunicaciones entre Asia y Europa antes y después de Marco Polo; la fibra del gusano devorador de hojas de morera, que contribuyó al desarrollo de los orientales y los nazaríes.
Pero estábamos en lo de ese hospital, que los ciudadanos súbditos de Xi Jiping comenzaron a construir este viernes y lo van a inaugurar el 3 de febrero, fiesta de san Blas. Aunque parezca pura magia, o que tienen fantásticos aceleradores de partículas y ladrillos, la cosa es más simple. Sencillamente que cuando creen que algo es necesario lo hacen, y conociéndolos, como los estamos empezando a conocer, sabemos que lo van a conseguir. Esto sí es hacer de la necesidad virtud; necesitan ese hospital para tratar de aislar a los afectados por el coronavirus, uno de esos bichos malignos, peor que el de la gripe, que se mete en el sistema respiratorio y puede dejar cadavérico y fúnebre al afectado en pocos días. Ellos, los chinos, por razones culturales no son muy de San Blas, pero da la casualidad de que van a abrir el hospital el día de este santo, al que la tradición le atribuye los cuidados de la garganta y, mire usted qué cosas, el coronavirus se mete por el gaznate para hacer sus barrabasadas en los pulmones. El caso es que están empezando a sonar las alarmas en todo el Occidente ya que algunos de estos virus han dado el salto a otros países. Pero aquí, como somos de otra pasta, seguimos enredados con las chorradas propias del gobierno multicolor, entre las que se lleva la palma el 'lenguaje inclusivo' de Carmen Calvo, que no es la de Merimée, sino la que nos dijo que el dinero público no es de nadie. Por cierto, que hay noches en que despierto preguntándome si nuestra Carmen de España y vicepresidenta de la cosa ha decidido ya que al rey Felipe VI le llamemos 'el monarco' en vez de el monarca. Eso por lo que respecta a la vicepresidenta egabrense –¡qué suerte tuvieron los de Cabra al no perder la memoria del latín!–, porque si intento adentrarme en las sinuosidades mentales que sobre la educación, la enseñanza y la formación de los hijos tiene María Isabel Celaá, ministra y portavoz gubernamental, no llego a pegar ojo en toda la noche. El caso es que nos tienen sorbido el seso con problemas inventados que no son de recibo en estos momentos, mientras no se les ve preocupados por la probable llegada del coronavirus, que amenaza con extender su carga letal por todo el mundo.
Y como llegue el bicho, nos van a parecer 'peccata minuta' los desastres que la borrasca Gloria ha originado en el litoral mediterráneo y en el interior del país. Muchas de las calamidades provocadas por esta tormenta invernal no se habrían producido de haberse respetado los límites marítimo-terrestres, como manda la ley, pero la voracidad y avaricia humana ha sobrepasado estos límites para conseguir esa ansiada primera línea de playa, que ha venido a dar en primera línea de destrucción. Bastante bien hecho estaba el mundo para haberlo fabricado en solo seis días, pero el hombre se empeña una y otra vez en mejorarlo y, cada día que pasa, lo marranea más. 'Gloria' se ha llevado por delante la vida de quince personas y ha causado cuantiosos daños. En muchas de las localidades del litoral cunde el desasosiego porque no saben si van a tener limpias sus playas para Semana Santa. De persistir la angustia pueden llamar a las brigadillas estajanovistas que están levantando el hospital en la ciudad de Wuhan. Vienen con sus excavadoras y su eterna sonrisa y en dos tardes las dejan como los chorros del oro. Si yo fuera el alcalde de Graná los contrataba ya para eso de la Capital Europea de la Cultura 2031, porque, conociéndonos como nos conocemos, no nos va a dar tiempo.
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