Casa Pepe y la Memoria Histórica

El mes de los difuntos siempre fue el 'crisantémico' noviembre, pero este año se ha anticipado a octubre por aquello de la exhumación (primera) del que fuera jefe del Estado, Francisco Franco, que, independientemente de las filias y fobias que despertaba el personaje , el hecho ha pasado sin pena ni gloria, salvo algunos interesantes artículos y curiosos vídeos que han circulado por las redes, porque el personal anda ahíto. No cabe duda de que se trataba de un acontecimiento necesario en aplicación de la ley de Memoria Histórica impulsada, con todo su derecho, por la izquierda.

Otra exhumación será la de José Antonio Primo de Rivera, que ya ha sido anunciada por el gobierno, aunque el régimen franquista que lo utilizó y abusó políticamente de él, lo condujo y lo llevó al Valle de los Caídos para enterrarlo en lugar principal de la basílica de Cuelgamuros pensando que esa sería su definitiva morada, pero el que fuera víctima del odio y la odisea vengativa de la guerra civil va ser tan exhumado como El Cid Campeador. Como víctima permanecerá en el santuario, se ha dicho, pero en un lugar menos preeminente.

A lo que iba, que vamos que nos vamos, me preocupa como consumidor circunstancial, cuando circulo con el 'gato' por Despeñaperros, como tantos otros clientes a la deriva de la izquierda o la derecha, que a Dolores Delgado, ministra de Justicia, por el momento, se le ocurra aplicar la ley de Memoria Histórica a Casa Pepe porque, al margen del barroquismo de variadas simbologías que adornan el establecimiento, lo verdaderamente trascendente es la alta calidad gastronómica que ofrece. Yo le aconsejaría, como notaria mayor del Reino 'ex officio', en funciones, que antes de tomar alguna irreparable decisión fuera algún día por allí, que los camareros son muy simpáticos, y saboreara ese paté de perdiz, ese lomo de orza o ese jamón ibérico que quita el 'sentío' y después, que levante acta y de fe.