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Es archisabido que Luis Yáñez, un histórico del PSOE, tenía fama de cenizo. El columnista de ABC Jaime Campmany, famoso por sus chanzas y sus vitriólicos dardos, decía de él que cuando entraba en un restaurante era probable que se fuera la luz o que ... un camarero vertiera la sopa hirviendo en el escote de una señora. De Luis Yáñez la gente contaba y no paraba. Para la Exposición Universal de Sevilla se había construido en los astilleros de Isla Cristina una réplica de la nao Victoria, con la que Juan Sebastián Elcano dio la vuelta al mundo. La nave su fue a pique a los veinte minutos de su botadura. Asistía al que iba a ser histórico momento el citado gafe y el vulgo no tardó ni dos minutos en achacar el naufragio al mal fario que arrastraba el amigo de González y Guerra. Meses después, cuando apenas faltaban sesenta días para su inauguración, ardió el Pabellón de los Descubrimientos y también se atribuyó el funesto incendio a la presencia del cenizo. Obvio es decir que su biografía está plagada de anécdotas presididas por su fama de malasombra, como que el Betis comenzó a ganar partidos cuando Yáñez dejó de asistir a su estadio.
En tiempos más recientes hemos visto florecer y marchitarse en un abrir y cerrar de ojos biografías que parecían sólidas. A unos los hados les han sido esquivos, en tanto que otros han dado sobradas muestras de pura fanfarronada y falta de fundamento. No voy a dar la lista porque es muy larga y alguien podría quedarse sin que mi última mención fuera a su nombre. Pero puede intentar el lector ponerle cara a Arancha González Laya, Manuel Castells o José Manuel Rodríguez Uribes y tendrá que darle varias vueltas a la moviola para recordar los rostros de estos ex ministros… y no han pasado ni cuatro meses de su cese.
El jueves pasado, Momo, el dios de la burla y la ironía, puso su ojo en los alrededores de Teodoro García Egea y señaló a Alberto Casero, un diputado que fue alcalde de Trujillo, que mamó la política en las Nuevas Generaciones del PP, y que ha demostrado ser un cenizo más en el partido de los 'populares'. Sentándose junto a quien se sienta nada es de extrañar. Su voto propició que la suave reforma laboral de Sánchez&Yolanda saliera adelante y dejó a su jefe de filas con las vergüenzas al aire, en un asunto en el que importaba más el fuero que el huevo. El caso es que también Pablo Casado está adquiriendo poco a poco y mes a mes fama de gafe. Desde que prescindió de Cayetana Álvarez de Toledo como portavoz y desde que anunció que iba a vender la sede de Génova para desprenderse del peso del pasado, entró en una dinámica que gusta más bien poco a su electorado. Si añadimos los cariñosos y sin embargo estúpidos desencuentros con Isabel Ayuso, más de uno de sus incondicionales está con la mosca detrás de la oreja, a la espera de los resultados del próximo domingo en la envejecida comunidad de Castilla y León, mientras reza para que la galga no salga mal capada. Pero vamos a lo que vamos: esta semana ha aparecido un nuevo cenizo que se equivoca al votar y que pertenece al entorno de García Egea, uno de los responsables del estropicio que se hizo hace tres años en el PP de Granada. Con este nivel, nadie puede extrañarse de que el debate nacional se haya trasladado a Chanel y las Tanxugueiras.
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