Es estos días ha saltado a los medios de comunicación la noticia de que el precio de la sandía está por las nubes y es prácticamente prohibitivo comerla al menos por la clase media y baja de este país, ya que a esos precios nadie ... se lo puede permitir. Ni una sola familia que tenga que hacer miles de cuentas y cábalas para llegar a final de mes se acercará a cualquier supermercado o frutería a comprar una sandía o ni tan siquiera media.
Cuanto menos, esta situación resulta curiosa o paradójica. Cuando escuché la noticia me dio por mirar en el Índice de Precios en Origen y Destino (IPOD), que todos los meses publica en su página web la Organización Agraria COAG, y observé que el precio de la sandía para el agricultor, en junio era de 0,37 euros por kilo, mientras que el consumidor la está pagando a 2,17 euros/kilo, algo escandaloso e indignante, puesto que esta fruta multiplica su precio desde el agricultor al consumidor 6,03 veces, elevándose el mismo un 503% desde que sale de la tierra, hasta que llega a la frutería o al lineal del supermercado.
Pero en este mismo índice hay cosas mucho más escandalosas que los precios de la sandía. Por ejemplo, la naranja que multiplica su precio del agricultor al consumidor 9,87 veces, incrementando su precio un 887%. Tampoco se quedan atrás otros productos como el ajo, la zanahoria o la patata con subidas desde el productor al consumidor del 749%, 629% y el 575%, respectivamente. Creo que es del todo intolerable en cualquier circunstancia y que atenta directamente sobre algo tan básico como es la alimentación, con una especulación de los productos totalmente desorbitada.
De estas estratosféricas subidas de precios que se producen en España no podemos echarle la culpa a la guerra de Ucrania. Aunque ciertamente han subido algunos insumos, no es de recibo que al productor, que dicho sea de paso es al que más le han subido los insumos (gasóleo, fertilizantes, fitosanitarios, electricidad, etc.), el precio que se le paga ha permanecido prácticamente inmóvil, mientras que al consumidor se le ha elevado en ingentes cantidades.
Lo cierto es que alguien se está forrando con esta situación y, por supuesto, no son los productores, el eslabón más débil de toda la cadena alimentaria. Los precios en origen apenas se han movido, mientras que en destino se han multiplicado por seis o por siete, sin que eso se haya visto reflejado en el resto de la cadena. Cualquiera se preguntaría dónde se están quedando estos beneficios tan desorbitados; unos beneficios que se pueden estar quedando en los intermediarios o en las grandes cadenas de alimentación..,; a veces no adivino muy bien a detallar dónde se queda la inmensa parte de lo que paga el consumidor por cualquiera de estos productos, tal vez lo sepamos cuando veamos la cuenta de resultados de las grandes cadenas de alimentación o de los intermediaros que las suministran.
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