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Se llama Brahim Ghali, jefe del Frente Polisario y presidente de la República Árabe Saharaui Democrática, aunque a un hospital de Logroño procedente de Argel ... llegó con nombre falso. El gobierno español pensó que nadie se enteraría. Ilusos. Nuestros diplomáticos creyeron que las relaciones exteriores eran una partida de Risk, ese juego de estrategia en el que se tiran dados y conquistan territorios. Alegaron razones humanitarias para tratar su enfermedad, una covid complicada por patologías previas. Vano intento de convencernos de que sólo se le podía salvar la vida en España. Ignoro qué movimiento pretendían en el tablero mundial, pero las consecuencias son catastróficas. Ceuta es un polvorín, mientras que la Audiencia Nacional lo ha citado para declarar como investigado en cuanto su salud lo permita. La Asociación de Víctimas del Terrorismo de Canarias lo ha denunciado por haber sido el instigador del ametrallamiento, desaparición, secuestro y muerte de pescadores canarios. Pesa sobre él otra acusación de ¡genocidio, torturas y asesinato! cometidos contra disidentes en los campos de refugiados argelinos. Interpuesta por ciudadanos saharauis de nacionalidad española. A la vista de los antecedentes expuestos, ¿cuáles son los réditos de semejante despropósito gubernativo?
Mis simpatías están con un Sáhara independiente. El vergonzoso abandono de ese territorio que se hizo con Franco agonizante para entregarlo a la dictadura marroquí nos obliga moral y políticamente a una reparación. Es, empero, una cuestión de estado y como tal se aborda consensuadamente y con una estrategia perseverante a largo plazo. Estos monaguillos de la diplomacia creían en su futilidad que con el acogimiento de Brahim Ghali contentaban al Frente Polisario y no levantaban el avispero marroquí. Ingenuos e ignorantes.
Hay una avalancha de miles de inmigrantes en Ceuta. Que no son subsaharianos, sino marroquíes. Alentados por el gobierno del sátrapa Mohamed VI. La situación es de tal gravedad que el gobierno de Pedro Sánchez ha desplegado el ejército en la frontera, ha proclamado la integridad del territorio español -igual que en Cataluña, por cierto- y ha obligado a una visita urgente del propio presidente a Ceuta para intentar apaciguar con su presencia los ánimos y mostrar fortaleza. A los dioses pido que no se le ocurra hablar. En ese caso el conflicto ya no lo arregla ni el prudente Néstor homérico redivivo.
Alta política. A mí me interesan más las personas que he visto en las fotografías de estos acontecimientos vestidas con chanclas, pantalón corto y una camiseta de algodón. Escoltadas por la policía a la espera de ser devueltas a Marruecos. Hacen el signo de la victoria. Supongo que en su miseria ignoran que son juguetes desechables en manos de gobernantes para los que son números fríos sin nombre de pila ni apellidos. Como los muertos de Gaza. Civiles ajenos a ese trapicheo de quienes se creen dioses y que en nombre del pueblo y de la historia juegan con las vidas de aquéllos que ni entienden ni disfrutarán el azar variopinto de cada tirada de dados.
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