Chapuzas y apaños
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Y si uno hojea u ojea las noticias, los acontecimientos de nuestra actualidad, la chapuza y el apaño cuecen habas en muchas 'casas', y en algunas a calderadasHace unos días Cuatro en el programa 'Chester' nos ofreció un diálogo entre Risto Mejide y Javier Cercas. El escritor habló del franquismo, la guerra civil y, sobre todo, de cuál es su impresión sobre cómo está España en estos momentos. Cercas habló de mucho, ... y por ejemplo dejó caer que: «El nacional-populismo es una máscara posmoderna del fascismo». Risto Mejide le preguntó al escritor que si la transición fue una chapuza, y Cercas, sin meterse en charcos, quiso diferenciar entre chapuza y apaño, un concepto que, según él, explica mejor el acontecer de los últimos años de la historia española. Al margen de las opiniones que podamos tener sobre la afirmación de Javier Cercas en esa interesante conversación, ésta si puede darnos pie a situarnos ante la percepción existente de España, que históricamente ha estado abocada a transitar entre la chapuza y el apaño. La chapuza nos ha distinguido en demasía a los españoles, que nos hemos aplicado con harta frecuencia a la tarea mal hecha y sin esmero alguno. Es la exaltación de la mediocridad y a fin de cuentas no deja de ser una estafa disimulada. Es la España de la picaresca, de los holgazanes y malandrines; de los truhanes que han estado ahí, en todo lugar y en toda época, para ejercer la impostura por arte de birlibirloque.
La España del siglo de Oro sigue hoy viva, con tantos y tantos personajes que viven al margen de la ética y la decencia. Unos directamente son corruptos en diferentes grados, otros son unos ineptos. Así, por todas pastes el trileo, lo avieso es moneda común en una gran parte de la cotidianidad. Por otro lado, el apaño en una de sus acepciones significa arreglar algo provisionalmente, en espera de tener los medios para hacerlo adecuadamente. Y en otro significado se refiere al arreglo de un asunto comprometido o problemático mediante tretas o engaños. Que haya que hacer un apaño mientras tanto se finaliza una cosa adecuadamente, es algo que a veces hay que hacer. En el día adía es común. Uno se las arregla como sea para parar ese pequeño escape del grifo hasta que llegue el fontanero. Pero lo que no es propio es usar el apaño para cosas que se pueden hacer directamente bien y sin embargo lo emborronamos en la chapuza. Se usa asimismo el apaño para solucionar por conveniencia un problema más o menos momentáneamente para evitar una consecuencia no deseada. Lo difícil es distinguir entre la chapuza y el apaño. Porque en España hacemos del apaño una extensión de la chapuza. Y si uno hojea u ojea las noticias, los acontecimientos de nuestra actualidad, la chapuza y el apaño cuecen habas en muchas 'casas', y, en algunas, a calderadas. Los vemos en la política, o mejor dicho, el mal ejercicio de la política, a lo que por desgracia estamos muy acostumbrados; es un ejemplo palmario de lo que hablamos. Pero también en las finanzas, en muchos casos de la construcción y el urbanismo; en el sistema educativo con el que siempre andamos parcheando y haciendo apaños. Pero no hace falta irse a los amplios planos de la vida.
Descendamos, descendamos a nuestra cotidianidad. En cualquier parte está la chapuza, el apaño. El pago en negro es un apaño demasiado común, y el sablazo a la vuelta de la esquina, y las etiquetas de 'saludable' en tantos y tantos alimentos que tendrían que tener unas especificaciones mejores. Y esos chuletones s de buey que como mucho son de vaca vieja, y el queso para hamburguesas que lo que menos tiene es queso,... y ese pan 'artesano' precongelado,... Pero es que además no somos un país con firmes valores en este sentido, ni nos van en general las reclamaciones. Y si en el restaurante nos han dado gato por liebre, o el sagaz operario que nos ha arreglado los azulejos de la cocina es un vivales, no solemos echar mano de una moralidad ejemplarizante, y al final todo queda en el íntimo cabreo. Aunque algo, mínimamente, ya estamos cambiando al respecto. Pero, aún, el pegote, la pifia, el embuste, el remiendo, el embrollo y la picaresca, son propios de la hispana esencia. Y nosotros mismos, tantas excusas que echamos son en definitiva apaños para no enfrentarnos a nosotros mismos. Y es que como dice el viejo refranero: «la necesidad, para su apaño, acude al engaño». Seguimos siendo la tierra de Pepe Gotera y Otilio, Mortadelo y Filemón, o los televisivos Benito y Manolo.
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