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Los chicos de Babilonia

Los chicos de Babilonia

PUERTA REAL ·

Era una gozada ver su cara de felicidad esperando el embarque para el ritual iniciático en la fiesta que marca el final del invierno

Esteban de las Heras

Domingo, 17 de marzo 2019, 00:49

A mediados de marzo, se ponga como se ponga el tiempo, la vida se desata, la sangre se encabrita y las feromonas luchan por escapar de la cárcel de la piel. En ese momento ya no hay hilo para zurcir tanto roto y frenar el ... empuje del instinto. Llega la berrea de los jóvenes como viene la flor del almendro o el canto de la alondra. Es un soplo fugaz en el anillo del tiempo, más breve que las horas en los relojes de la felicidad, pero nadie puede ponerle freno. Viene de repente, como el rayo de las tormentas de verano, o el zarpazo del infarto. Así ocurrió el viernes, cuando alguien organizó una macrofiesta en la nueva Babilonia de Las Gabias, en los aledaños de la Vega abandonada y moribunda. Treinta autobuses estuvieron transportando durante buena parte de la tarde a cuatro mil chicos y chicas que con su provisión de botellas de refrescos y destilados espirituosos esperaban en una inmensa cola al final de la calle de Neptuno. Era una gozada ver su cara de felicidad esperando el embarque para el ritual iniciático en la fiesta que marca el final del invierno. No se intuía en absoluto que estuvieran preocupados o contentos por la marcha del juicio a los independentistas, ni por la nueva ocurrencia matinal del presidente Sánchez poniendo fecha para el traslado de la momia del general. Fijaban su mirada alegre en el futuro fugaz, que arrancaba en Neptuno y llegaba a Babilonia. Un futuro efímero, de apenas unas horas de marcha y diversión, era su meta. Un corto viaje iniciático cargado de referencias al mundo antiguo, con litronas como ofrendas para honrar a Baco, el dios gamberro, en las nuevas bacanales, o las 'liberalia', esos fiestorros que los romanos organizaban cada 17 de marzo para honrar al dios de la fertilidad y el vino. No creo que ninguno de aquellos jóvenes tuviera en la mente las licenciosas fiestas de los antiguos latinos mientras esperaba subir al autobús. El motivo de aquella espera y aquellas miradas de felicidad era el estallido de las feromonas, que brotaban como el agua en los neveros de la Sierra. Ya dice el refranero que «en marzo, los almendros en flor y los mozos en amor».

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