Cien años de cante jondo
Puerta Real ·
No deja de ser asombroso que tantos personajes insignes se sintieran atraídos por el arte flamenco, o gitano. (...) Un arte que permitía la aparición de lo que García Lorca denominó «el duende»Puerta Real ·
No deja de ser asombroso que tantos personajes insignes se sintieran atraídos por el arte flamenco, o gitano. (...) Un arte que permitía la aparición de lo que García Lorca denominó «el duende»Justamente estos días se cumplen cien años de la celebración del famosísimo Concurso del Cante Jondo, en el patio de los Aljibes de la Alhambra, que marcó un hito fundamental para una de las más misteriosas manifestaciones de la cultura de un pueblo como el ... nuestro, especialmente en Andalucía. Aquí en Granada, una tarde cálida acogió a lo más granado de los cantaores de la época, desde los más veteranos hasta un niño que apenas tenía doce años y que recibió un premio. Se llamaba Manolo Caracol. La idea de contribuir a mantener la 'pureza' del que consideraban «el canto primitivo andaluz» pretendía que no participasen los profesionales sino solo los aficionados, lo cual no se cumplió pues actuaron artistas ya consagrados y conocidos. El Centro Artístico contribuyó a la organización del acto y Federico García Lorca y Manuel de Falla presidían un plantel de lo más granado de la vida cultural granadina, por cierto bastante activa, hasta el punto de que se ha calificado aquél período como una especie de Edad de Plata. El entusiasmo cundió y se unieron muchos destacados personajes locales y también de otros lugares: compositores, como Federico Mompou, o Felipe Pedrell, músicos como Joaquín Turina, Andrés Segovia, pintores como Ramón Carazo e Ignacio Zuloaga, escritores como Ramón Gómez de la Serna, sin olvidar al político y entonces catedrático de la Universidad de Granada Fernando de los Ríos, entre muchos otros ilustres.
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No deja de ser asombroso que tantos personajes insignes se sintieran atraídos por el arte flamenco, o gitano, (como se le denominaba entonces) que frecuentemente se alojaba en las ventas a la salida de las ciudades, o en las fiestas en los cortijos de los señoritos, cuando no en tugurios donde las clases sociales de alguna manera se mezclaban. Esa era la cuestión, o el objetivo que se marcaron aquellos destacados intelectuales: subrayar el valor de una herencia muy antigua, la manifestación de una cultura que daba voz a seres sufrientes, casi marginales, que encontraban en los cantes y en los rasgueos de las guitarras una manera para expresar sus pesares, amores, esperanzas. Un arte que permitía la aparición de lo que García Lorca denominó «el duende» y se esforzaba por explicarlo en sus conferencias, donde afirmaba: «El duende es un poder y no un obrar, es un luchar y no un pensar. Yo he oído decir a un viejo maestro guitarrista: El duende no está en la garganta; el duende sube por dentro desde la planta de los pies. Es decir, no es cuestión de facultad, sino de verdadero estilo vivo; es decir, de sangre; es decir, de viejísima cultura, de creación en acto». Y añadía: «La llegada del duende presupone siempre un cambio radical en todas las formas. Sobre planos viejos da sensaciones de frescura totalmente inéditas, con una calidad de rosa recién creada, de milagro, que llega a producir un entusiasmo casi religioso».
Para celebrar esta efeméride se han implicado todas las instituciones granadinas, dando brillo a una larga y variada lista de actos, que incluye desde encuentros académicos hasta una especie de remake de lo que fue aquel inolvidable momento un siglo atrás. Ojalá también surja otra vez el duende que apareció entonces.
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