Me apresuro para disfrutar de nuestra quinta cena en el inmenso transatlántico que tanta admiración produce. Mi única preocupación en esta noche apacible es que ... mis distinguidos comensales sean más divertidos que los de días anteriores. Pronto me daré cuenta, aunque demasiado tarde, de que debería haber cultivado más la prevención que la vanidad.
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La consideración de colosos adquirida por quienes investigan podría fecharse en el siglo XVII invocando una popular frase acerca de estar subidos a hombros de gigantes, atribuida a Newton. Porque solo como titánico puede calificarse el esfuerzo de quienes, movidos por una curiosidad inteligente, nos llevaron en pocos miles de años desde toscas herramientas de sílex hasta Silicon Valley, a descubrir una estrella que ya no existe pero cuya luz infatigable ha surcado el Universo durante 12.900 millones de años para fecundar nuestros instrumentos, o a intuir que T. rex puede en realidad estar compuesto de varias especies, por citar solo un par de investigaciones recientemente publicadas.
Hoy, nuestra calidad de vida (incluyendo el sosiego que aporta la correcta percepción de nuestro entorno natural y de sus orígenes) e incluso nuestra supervivencia están ligadas al conocimiento científico y a sus aplicaciones tecnológicas. Quien se considere objetor de ciencia que no pise jamás un hospital ni una farmacia (y no solo por rechazo a algunas vacunas, sino tampoco para que le curen un traumatismo severo o para comprar tiritas), que no se desplace por ningún otro medio distinto al bamboleo de sus piernas o que deje de leer estas líneas en ese dispositivo que no debería estar en sus manos si fuese coherente.
Pero nada suena más titánico para buena parte de los mortales que el inesperado hundimiento de una joya tecnológica de su tiempo durante la madrugada del 14 al 15 de abril de 1912. El diseño, singladura y colapso de aquel buque han convertido su siniestro en uno de los más impactantes y, sin duda, el más invocado en el ámbito marítimo.
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No han cesado las especulaciones acerca de lo ocurrido a lo largo de aquella noche, a pesar de que el naufragio fue investigado para determinar las causas de la tragedia tanto por la compañía propietaria del navío, la White Star Line, como por dos comisiones más, una formada por miembros del Senado de EE UU, en razón a que la mayoría del pasaje y de las víctimas tenía esa nacionalidad, y otra posterior en Reino Unido, bajo cuya bandera navegaba el barco. En socorro de la seguridad en los desplazamientos marítimos ha ido acudiendo la ciencia a través del estudio de la dinámica de las corrientes marinas y del desplazamiento de masas de hielo, de la pericia aplicada a la construcción de embarcaciones más fiables, de la neurociencia del comportamiento humano (de tripulaciones y pasaje en el caso que nos ocupa) y de tantas otras disciplinas entre las que destaca la prevención de riesgos.
Tan importante como el progreso en el conocimiento es la difusión del mismo y, respecto a la última de las especialidades citadas, cabe destacar que el Parque de las Ciencias de Andalucía posee el único Pabellón de Cultura de la Prevención existente en España. En ese contexto, ha dedicado exposiciones y eventos al hundimiento del mítico buque (y tiene previsto continuar haciéndolo mediante una conferencia que impartirá próximamente el presidente de la Fundación Titanic, Jesús Ferreiro), pues forman parte de los elementos divulgativos de la prevención de riesgos desde una óptica emocional.
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Como tantas otras efemérides que estamos celebrando con retraso, en 2020 se cumplieron 25 años de vigencia de la actual Ley de Prevención de Riesgos Laborales pero la covid-19 impidió llevar a cabo cualquier conmemoración en la fecha apropiada. Ahora, aprovechando además el 110 aniversario de aquella tragedia marítima y también que Cruz Roja del Mar celebra este año su 50 aniversario, el Parque de las Ciencias y la Fundación AXA, a través de su Cátedra de Prevención de Riesgos, presentan en la sede de Cruz Roja de Málaga la exposición '¿Pudo evitarse la tragedia del Titanic?'. La muestra recorrerá otras capitales marítimas dando a conocer la conexión entre los hechos que provocaron el hundimiento con la citada Ley de Prevención, pues prevé conductas que, de haberse llevado a cabo adecuadamente durante la fatídica noche del hundimiento, lo habrían podido evitar.
Desde la orfandad de tener que acostumbrarnos a convivir con la ausencia de Javier Imbroda, presidente del Consorcio Parque de las Ciencias, cuyo talante ha forjado una huella indeleble en nuestra institución, y con el sincero lamento de no haber podido compartir en su Málaga vital la botadura de la exposición de Cruz Roja, sirvan estas líneas para honrar su firme deseo de que el Parque que presidía expandiese su actividad educativa a toda la sociedad, nacional e internacional, en beneficio de la cultura científica de la ciudadanía.
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