El modo dominante de regirse en la triste coyuntura social de nuestro país en cuanto a la gestión y evolución de la lengua española está en crisis profunda, especialmente por parte de algunas entidades públicas, el Gobierno español, entre las más beligerantes por su firme ... creencia de que el cambio gratuito del femenino irracional y doble hará resurgir la expresión más adecuada que 'per se' cambiará la realidad. Esto es lo fundamental porque las majaderías lingüísticas se encargarán de la acción, trabajar con coherencia no es necesario. La concepción de consideración de patrimonio común que el lenguaje significaba, en que solo podía intervenirse con unas condiciones precisas, viene sufriendo una transformación descomunal. Un ejemplo singular, 'verbi gratia', la llamada 'ciudadanía' (los ciudadanos han desaparecido; no hubiera sido posible así y ahora la Revolución francesa), con tanta profusión aducida en la seguridad del poder omnímodo para prescindir de la necesidad de conservación del tesoro lingüístico común. Y partidos políticos, ámbitos institucionales, grupos de opinión 'transformadora', agentes sociales, gobiernos con boletines oficiales o multitudes ciudadanas imaginan nuevos significados no solo sin el más mínimo empacho sino con la firme creencia de que los cambios son instrumentos salvíficos de la humanidad que al variar las palabras, mudan la realidad, sin más.
Se ha implantado una crisis favorecida por la emergencia de nuevas condiciones para la producción y difusión de lenguajes aparentes, tan ridículos como carentes de base semántica y gramatical que indican la profunda distorsión y empobrecimiento de nuestra lengua para unos y el inicio de la redención que acarrea el cambio de usos para otros. Incordian nuestros oídos acomodados a la morfología y sintaxis secular con reiteradas coordinaciones y yuxtaposiciones que sacan al género del refugio gramatical y lo exponen al rifirrafe de la política ('granadinos y granadinas').
Abanderan la equidad y, por ende, la liberación de las mujeres sustituyendo enérgicamente oes por aes por doquier para que de este sencillo modo sean visibilizadas con eficacia y quede extirpado así el lenguaje sexista tradicional de un plumazo; las nuevas palabras liberadoras, harán el resto. 'La perspectiva de género', cuyo origen se remonta a la Conferencia sobre la Mujer de Pekín, en 1995, es otro gran caballo de batalla lingüística, ideológica y táctica de la lucha por querer acabar con la desigualdad entre 'género' en todas las clases sociales, pero es este una construcción social y no un término destinado a explicar la separación de roles de la condición biológica de las personas.
En esta aciaga hora, este lenguaje perverso y trasgresor que el poder, el Gobierno español, omnipresente y omnipotente, elabora con una clara e interesada intencionalidad de manipulación de la realidad, hace a sus artífices endiosarse por crear de la nada usos tan reprobables y creerse salvadores al difundir con el dinero público los más abyectos atropellos al idioma común y a la inteligencia. El término 'ciudadanía', lo tornan como bandera especialmente eficaz.
Hace un tiempo visité a mi médico de cabecera que me prescribió un informe radiológico del Centro de Salud Gran Capitán que, como todas las prestaciones de la Seguridad Social que vengo recibiendo, resultó muy eficaz. Mi larga experiencia como paciente de la sanidad pública andaluza que mis provectos años ofrecen ya, me permite reconocer y proclamar con perspectiva el trato exquisito y profesional de la atención terapéutica más eficaz que he recibido durante todos estos largos años. Al salir de hacerme las radiografías en la planta baja del Centro de Salud de Gran Capitán, puntualmente, mi ánimo jubiloso y optimista se tornó apagado y afligido porque en la planta baja leo un rótulo con grandes caracteres en el frontispicio de las dependencias de Información y Administración: 'Atención a la Ciudadanía' que cambió al instante la cara rutilante que ofrecía por la cruz aciaga del caos lingüístico.
El lenguaje sexualizado, pues, femenino siempre, activa y endulza términos como este que centra este texto hoy por suponer que el léxico, la morfología y la sintaxis de nuestra lengua han de hacer explícita sistemáticamente la relación entre género y sexo, única forma, según ellos, de garantizar la visibilidad de la mujer. Una de las bazas más firmes con las que parecen contar es este presente término empalagoso de 'ciudadanía' que a ellos envalentona; desaparecen los ciudadanos, y parece más sencillo actuar sin ellos. En igual sentido, loables en extremo me parecían los textos del Defensor del Ciudadano de Granada en esta misma sección hace unos años cuando así expresaba su autoría y que con 'ciudadanía' ha cambiado radicalmente su mensaje. Considero lamentable este interesado cambio sin sentido, forzado por nuestros gerifaltes políticos.
Se ha implantado una crisis favorecida por la emergencia de nuevas condiciones para la producción y difusión de lenguajes aparentes, tan ridículos como carentes de base semántica y gramatical, que indican la profunda distorsión y empobrecimiento de nuestra lengua para unos y el inicio de la salvación que acarrea el cambio de usos para otros. Son quienes incordian nuestros oídos acomodados a la morfología y sintaxis secular con reiteradas coordinaciones y yuxtaposiciones que sacan al género del refugio gramatical y lo exponen al rifirrafe de la política («granadinos y granadinas»). Son quienes alteran nuestra lectura con intrusas arrobas y equis alegando su disconformidad con nuestros lenguajes que tan ridículamente de esta forma tan absurda quieren, sin inversión coherente, transformar el mundo.
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