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El colchón desahuciado
Puerta Real ·
La alergia que algunos políticos tienen hacia las ideas de los dirigentes de otros partidos les lleva a situaciones hilarantes como la que hemos conocido esta semanaSecciones
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La alergia que algunos políticos tienen hacia las ideas de los dirigentes de otros partidos les lleva a situaciones hilarantes como la que hemos conocido esta semanaCon la primavera pisándole los talones al invierno, el polen del ciprés y de las ortigas toma por asalto las narices de los alérgicos, a quienes vemos lagrimear por las calles como almas en pena. Esto de las alergias es un penar al que cada ... día se apunta más gente. Yo empecé a llorar con el olivo y ahora me atacan toda clase de plantas. Estos días me cargo los bolsillos de antihistamínicos y pañuelos, pero en el momento más inoportuno salta el estornudo. Dicen que el calentamiento global y los motores diésel tienen gran parte de culpa. No sé si es una deducción científica o una 'fake news', pero lo cierto es que los que sufrimos esta calamidad lo pasamos francamente mal. Sin embargo, los que están libres de ella saludan la llegada del buen tiempo, como el que disfrutamos estos días, con el borboteo alegre de la sangre bajo la piel. Así, los hijos de quienes hacían el amor con mucha dificultad en un Simca 1000 aprovechan ahora las tardes para acariciarse sobre el césped de los parques bajo la aburrida mirada de los pájaros, porque «el amor es el espacio y el tiempo medido por el corazón», como dijo Marcel Proust. Ni sus padres necesitaron un colchón para quererse, ni ellos tampoco. La primavera es territorio de la juventud. Dicen los técnicos que el aire de la ciudad empeora por días y no hay presagios de lluvia para la próxima semana, pero eso no va con la muchachada que se ha apoderado de la hierba.
Hay también alergias que nada tienen que ver con la eclosión de las flores. No pasa un día sin que nos hablen de alergias a cierto tipo de alimentos. El gluten, la lactosa, la nata, los champiñones y un montón de cosas más producen intolerancia a mucha gente. Si a eso le añadimos la moda vegana, nos encontramos con una nueva moda a la hora de comer. Por no hablar de la alergia que tienen algunos hacia las ideas políticas de otros, lo que les lleva a no dirigirse la palabra o a cambiar de acera cuando los ven acercarse. Lo último que conocemos de este rechazo al contrario es lo que ha contado en su libro el presidente Sánchez: que lo primero que hizo al llegar a la Moncloa fue cambiar el colchón. Quizá pensó que dos que duermen en el mismo colchón se vuelven de la misma condición. Pero no había tal, porque, según nos hemos enterado luego, aquel colchón no era el de Rajoy; el suyo lo había donado a una oenegé. Sabíamos que la política hace extraños compañeros de cama, pero este no era el caso. Tampoco sabemos si Sánchez cambió también el colchón en la residencia real de la Mareta, donde pasó la Nochevieja. Si somos muy meticulosos a la hora de comer, también lo somos a la hora de dormir. Hubo un tiempo en que Manuel Fraga viajaba siempre con su almohada y sobre ella recostaba su cabeza en el lugar donde le tocara dormir. Cuentan también que Calvo Sotelo se llevó a la Moncloa su colchón y cuando le tocó hacer la mudanza se lo volvió a llevar a su domicilio. Es que este artilugio no sólo sirve para descansar, sino que es el testigo mudo de las batallas de amor gongorinas, de confidencias, disputas y secretos. A algunos hasta les sirve hasta para esconder su capital. Hay que cuidarlo mucho y tenerlo libre de ácaros o de otro tipo de invasores que pueden originar tragedias irreparables.
Al colchón desahuciado por Sánchez habría que seguirle la pista, porque más pronto o más tarde podría llegar a ser objeto de subasta. Estas cosas tienen siempre detrás un ejército de fans que pujan por hacerse con ellas. Ahora no recuerdo cuánto dieron por unas bragas de la reina Isabel de Inglaterra, olvidadas en un avión, pero fue bastante pasta. Por las de su tatarabuela la Reina Victoria -unas bombachas blancas de algodón, con 114 centímetros de cintura- se pagaron hace cuatro años más de 17.000 euros. Recordemos que hace años también fue objeto de deseo el yate Azor en el que navegaron -en distintas épocas, claro- Franco y Felipe González. Lo adquirió un burgalés como complemento de su motel de carretera, que ahora está cerrado. Entre las cosas originales y extrañas que se han subastado figura una uña postiza de Lady Gaga por la que alguien desembolsó doce mil dólares. En Internet siempre hay quien vende objetos de lo más variopinto, ya sean vestidos de Marilyn Monroe, el tricornio que llevaba Tejero el 23-F, unos calzoncillos de Hitler o una chaqueta de Michael Jackson, por no hablar de otras menudencias como chicles masticados y mechones de pelo de gente famosa. Y si pagan cantidades astronómicas por estas menudencias, está claro que alguien habrá por ahí dispuesto a pujar por el colchón de la Moncloa. No pasará mucho tiempo sin que algún chamarilero o casa de subastas lo ponga en venta. Y no faltará quien puje por hacerse con él. La alergia que siente Sánchez hacia Rajoy hará feliz al nuevo dueño. Los que estudian este tipo de comportamientos aseguran que los compradores experimentan un extraño placer al poseer un trozo de vida de otra persona.
«Ningún vestigio tan inconsolable / como el que deja un cuerpo / entre las sábanas», escribió Caballero Bonald en su poema 'A batallas de amor, campo de plumas'. En la próxima edición ampliada de 'Manual de resistencia', podrían el autor y su amanuense dedicarle un soneto al colchón. Y luego ya veremos si se lo atribuyen a San Juan de la Cruz o a Fray Luis de León. Ninguno de los dos va a protestar.
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