Hace mucho que renuncie a interpretar los bandazos de los partidos políticos. Como a tantos ciudadanos, la política me ha colmado de decepciones. Bastante triste es la vida cotidiana que padecemos en estos tiempos de enfermedad para añadir al fuego de las amarguras la irritación ... por la mala gestión política. Es que no hay nada que produzca más rabia que la impotencia para poder intervenir cuando vemos caminar a nuestro país al despeñadero. De cuatro en cuatro años nos llaman a depositar un voto. Y con la misma regularidad sentimos que nos han tomado el pelo aquellos en los que confiamos. Porque de los que desconfiábamos nos esperamos la mentira y la incoherencia. Por eso sus traiciones duelen menos y extrañan nada.
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A ver, extrañarse de la trayectoria política de Pablo Iglesias II es imposible para quien tenga dos dedos de frente y sepa leer. Pero en España se lee poco. Es que la hemeroteca está ahí. Es que él y los suyos eran asesores del dictador de Venezuela, un país cargado de riquezas naturales que fue ejemplo de progreso en América latina, donde hoy la gente muere de hambre. Donde nadie puede expresarse con libertad si desliza críticas al gobierno comunista que los está destruyendo. Ese es el modelo a seguir por los de Iglesias II (que en nada recuerda al fundador del PSOE). Porque en los países comunistas, como pasa aquí con los actuales jefes del comunismo de salón actual, los líderes nadan en la abundancia mientras predican igualdad a proletarios que no llegan a fin de mes. A las pruebas me remito. En menos que canta un gallos los cabecilla populistas que ocuparon la Puerta del Sol meses sin que nadie los desalojara, viven en chalet con piscina, perros guardianes, niñeras y demás servicio doméstico. Alguno hasta coloca a la mujer en el gobierno, para hacer caja. Es que juntos cobran en un mes más que el sueldo de un obrero al año. Un escándalo. Los mismos que defendían ayer echar encima de políticos a sus turbas de agitadores, apostándoles frente a sus domicilios, como los escraches y okupas de Ada Colau, ahora blindan su chalet con patrulla de la Guardia Civil, a la que consideran un cuerpo opresor, para que nadie les moleste en la siesta cuando vienen de parlamento hartos de estar sentados. Gentes que no han doblado el lomo jamás, porque su única ocupación fue pasar por la facultad para hacer Ciencias políticas, viajar a países gobernados por dictadores para cobrar por enseñarles técnicas de opresión y agitación, y plantarse en la Puerta del Sol a chillar cuando una crisis económica brutal acabó con el mandato del presidente ZP. Vivir para ver, y para no parar de llorar.
Lo único que nos salva de la quema es que las ansias de poder, y de dinero, de estos líderes comunistas de salón, que no llegan al respetado y añorado Julio Anguita ni a la suela del zapato, es que se matan entre ellos, metafóricamente hablando. Del primitivo grupo que gritaba tanto aquel 15M en las plazas de Madrid levantado el puño para decir que unidos podían, no queda bien avenido nadie. Bueno, nada nuevo bajo el sol. En el comunismo las purgas políticas son el pan de cada día. El estalinismo es el mejor ejemplo. Si Stalin odiaba a alguien de modo especial era a otro de su cuerda, Tronski. No paró hasta verlo muerto. Es que lo que más odia un dictador es que un colega sepa sus vergüenzas. Y conozca a fondo sus métodos más oscuros secretos.
En fin, que ver como se desmorona un partido democrático y de centro como Ciudadanos no sería tan triste y preocupante si a la par no tuviéramos delante el espectáculo del encumbramiento electoral de gentes antisistema, que defienden al golpismo catalán, minimizan el dolor de las víctimas de ETA y quieren cargarse la Constitución para instaurar su particular comunismo bolivariano de salón. Camino vamos de eso porque en el arte de agitar y manipular masas reconozcamos que son únicos. Están adiestrados para eso. De hecho si están ahí es porque les votan, porque hay millones de españoles tan alejados a la democracia como estos nuevos comunista de salón que hoy vienen a echar por tierra el trabajo y la lucha de otros comunistas y socialistas coherentes del ayer.
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En definitiva, éramos pocos y parió la abuela. Y así vamos, de susto en susto. Con un país en bancarrota, donde las colas del paro y del hambre dan vueltas a las manzanas, mientras los comunistas de salón viven en casoplones de lujo. Y encima los que sufren sus amargas medicinas son tan masoquistas que los votan. ¿Por qué pasa esto? Sencillo. Todo está en la cultura. Mejor dicho, en la falta de cultura. Por eso si algo quiere controlar un dictador para empezar su programa es la escuela y la tele. Luego solo falta esperar que alguien mueva el árbol, y recoger las nueces.
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