Desde que Marx y Engels publicaron el Manifiesto Comunista, millones de personas en todo el mundo, después de entender que la Historia es la historia de la lucha de clases, somos conscientes de que hay una alternativa al modelo capitalista
Citaba a Marx el protagonista de una película que he visto recientemente, para decir que las condiciones económicas determinan la vida de las personas; era ... un divisionario español en la Segunda Guerra Mundial y, desde luego, no quería dar una clase de marxismo, pero Marx no se equivocaba… Distintas concepciones filosóficas, con su carga de idealismo y de utopía, han imaginado lo que podría ser otro mundo, pero en la sociedad esclavista que representó Stanley Kubrick en Espartaco y en el feudalismo que aparece en Braveheart, de Mel Gibson, las injusticias y la arbitrariedad de los poderosos campan a sus anchas; en el siglo XIX y primeros años del siglo XX, Víctor Hugo, Zola, Dostoiesvki, Pérez Galdós y Charles Dickens hacen vivir en sus páginas a muchos personajes víctimas de la miseria material y moral, producida por unas determinadas estructuras económicas, políticas y sociales: son los miserables de París, los mineros explotados y alienados hasta la locura, los jóvenes sin horizontes, los mendigos de Madrid y los niños sin infancia de Londres. Cada vez que un grupo de personas se rebelaba contra lo establecido y quería conseguir un derecho, encontraba la resistencia férrea del poder y tenía que entablar una batalla en la que podía perder hasta la vida; así entendimos con Carlos Marx que la Historia de la humanidad es la historia de la lucha de clases, que existen dos clases antagónicas y una ejerce y trata de perpetuar sobre la otra unas relaciones de explotación y dominio.
Desde que Marx y Engels publicaron el Manifiesto Comunista, millones de personas en todo el mundo, después de entender –repito– que la Historia es la historia de la lucha de clases, somos conscientes de que hay una alternativa al modelo capitalista y que ese modelo, desde su mismo nombre, plantea la unidad de la clase obrera para conquistar y mantener unos derechos que deberíamos poder ejercer en todos los lugares del mundo. Somos conscientes de que ha habido muchas batallas -y también innegables conquistas- pero, al día de hoy, no todas las personas cuentan con los medios necesarios para vivir dignamente: empleo, vivienda, educación, cultura, tiempo para disfrutar y compartir los cuidados; muchas se ven obligadas a vender su vida en forma de trabajo precario y esclavo, como el jornalero abandonado hace unos días a la puerta de un Centro de Salud en Murcia; otras muchas practican la autocensura por miedo a ser represaliadas, se encierran en un individualismo insolidario y rehúyen el compromiso político, siguiendo los dictados del poder. Sabemos que los pobres son cada vez más y más pobres y los ricos más ricos; que las instituciones y las leyes están al servicio de los más fuertes y que la ideología dominante trata de mantener esa situación por la fuerza y la coerción, pero también por la persuasión y la seducción, como si el capitalismo fuera algo consustancial a la naturaleza de las cosas, y que una de las formas de justificarlo es hacer creer que ése es el único sistema posible y que el comunismo, como alternativa, no tiene ninguna posibilidad o pertenece a otro momento histórico. Sin embargo, toda la ignorancia y la manipulación interesada de la Historia no invalidan la inmensa aportación política de los Partidos Comunistas y del marxismo en su teoría y su praxis y, concretamente en España, no se puede entender la lucha por la democracia, las conquistas laborales, el feminismo, la literatura, la pintura, el cine o el teatro, sin los hombres y las mujeres del PCE. Y, porque pensamos que esas ideas siguen vigentes y constituyen la esperanza de mucha gente, seguimos en el Partido, tratando de reconstruir el país sin dejar atrás a los que menos tienen y de unir fuerzas para profundizar la democracia con la proclamación de la Tercera República. Porque somos una alternativa al modelo existente.
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