La Constitución

La zaranda ·

En la escuela pública ha quedado más o menos relegado a dibujar banderitas y manos, pero debiera hacerse un esfuerzo para que supiéramos transmitir a nuestra juventud lo que supone la Carta Magna

Manuel molina

Domingo, 5 de diciembre 2021, 00:44

Nada más por el puente que el personal puede celebrar debería existir la Constitución o la Inmaculada-Concepción, incluso desde el ateísmo pragmático. Nada de comer pavo asado en familia o visitar a personas queridas; lo suyo es moverse hacia otro lugar. Si se puede ... permitir, resulta fantástico conocer piedras ordenadas y distintas a las habituales, callejear por aceras desconocidas, escuchar otros acentos, comer variedades no habituales o novedosas y beber en compañía. Todo ello en algo que casi no se resalta, en lugares que viven en paz. Cuando uno viaja o convive con personas que lo hacen con frecuencia alcanza a valorar vivir en una tierra sin conflictos que cuesten vidas, que se pueda pasear por una calle sin temor, que tengamos derecho – con sus contras – a sanidad y educación públicas y algo de aquello que se convierte en deseo más que realidad de 'una vivienda digna'. Tal vez para ello se debió acudir a una imperfecta Constitución, como lo son todas, a un menor de los males para que entre españolitos no anduviéramos a garrotazos, como fue costumbre, que un asunto es ladrar y otro sangrar.

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Percibo que desde sectores extremos se considera la Constitución que nos rige como un mal a la espera de que pueda ser anulada. De forma paralela se puede apreciar que quienes así se muestran precisamente no les va muy mal con ella y que tal vez criticándola perciben un estatus que les permite con mecanismos democráticos poder anhelar los antidemocráticos, aunque incluso en algunos casos se disfrace de una apropiación indebida, pero eficaz para sus intereses. Las constituciones democráticas es lo que tienen, que permiten la presencia de quienes no lo son y tan solo la unidad y fortaleza de sus instituciones y representantes las mantienen. Ojo, no seamos ilusos, con sus carencias, imperfecciones y en ocasiones fallos. Es el peor sistema de gobierno, con excepción de todos los demás (Churchill).

Desde siempre he observado la celebración de la Constitución como la que ocurría con el santo de mi pueblo, que se declaraba día de fiesta y la gente se iba a las ciudades cercanas a comprar, dada la cercanía a las fechas navideñas. Se llegó a la conclusión de que mejor celebrar de otra manera, que el santo seguiría siendo patrón pero sin apenas celebraciones. Y así continúa la Constitución sin mucho interés, pero como patrona de nuestros días civiles. En la escuela pública, que debiera estar agradecida por lo que supone no se ha logrado transmitir con solidez lo que representan los valores constitucionales, ha quedado más o menos relegado a dibujar banderitas y manos, pero debiera hacerse un esfuerzo para que supiéramos transmitir a nuestra juventud lo que supone la Constitución para vivir afortunadamente en democracia. No sabemos hacerlo bien. Como recordaba el desaparecido Enrique Múgica: La democracia no es el silencio, es la claridad con que se exponen los problemas y la existencia de medios para resolverlos. Hay que mejorar, Roosevelt lo advertía, sin esa circunstancia la democracia corre peligro.

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