El Corpus de 1920
Puerta Real ·
Lo más característico de la nueva época es que aumentaban los atractivos sociales y lúdicosManuel Montero
Viernes, 12 de junio 2020, 00:34
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Puerta Real ·
Lo más característico de la nueva época es que aumentaban los atractivos sociales y lúdicosManuel Montero
Viernes, 12 de junio 2020, 00:34
Ya sin las angustias de la brutal epidemia de gripe que había condicionado la vida cotidiana en 1918 y 1919, hace cien años en Granada las fiestas del Corpus destacaron por la alegría y el bullicio. Eso dijo la prensa, y, aunque solía repetir calificativos ... parecidos, si las comparamos con las de años atrás se advierten cambios sustanciales. Las costumbres se modernizaban.
Vale la comparación con los festejos de 1900. La gran fiesta anual de Granada concitaba toda la atención pública. Por entonces las crónicas ponían el acento en la religiosidad: hablaban de la importancia del Santísimo Sacramento, de la custodia y de cómo era la misa ese día. También explicaban la disposición de la procesión. Según 'el ceremonial de obispos' debían asistir «las hermandades laicas, las comunidades religiosas y las autoridades». Estaban La Tarasca, las veladas, los espectáculos, los toros… pero quedaban en un segundo plano.
En 1920 los festejos presentaban un cariz diferente. La prensa resaltaba el atractivo que ofrecían a los turistas. «Granada es una población que se presta como ninguna otra al éxito de las solemnidades públicas», debido al escenario que ofrecía. Llegaban a la ciudad «millares de forasteros» y se pedía un esfuerzo organizativo para que aumentase la afluencia.
Las novedades eran numerosas, consecuencia de las transformaciones que experimentaba Granada. El Corpus, ya muy estructurado, arrancaba el miércoles con la diana y tenía su primer gran acto multitudinario al mediodía con 'La Pública', la procesión de La Tarasca. La del Corpus, el acto central, seguía una secuencia muy medida, en la que desfilaban escuelas del Ave María, congregaciones, clero de la vega y de la capital, autoridades religiosas y civiles. Después, el alcalde ofrecía a las fuerzas vivas un banquete en Alhambra Palace.
Pero lo más característico de la nueva época es que aumentaban los atractivos sociales y lúdicos: había 'matinées aristocráticas', concurso de bandas, batalla de flores, fiesta infantil, una exposición de Bellas Artes y Artes Industriales, otra de perros de caza, veladas con música en Bibrambla, Plaza Nueva, el Carmen y el Salón, Feria de Ganados en el Violón –duraba tres días y se le daba particular importancia–, teatro en el Isabel la Católica y en el Teatro Cervantes una combinación de cine –todavía mudo– y variétés, a cargo de una 'cancionetista' y de una «cantante de aires regionales».
Hubo que aplazar la carrera de caballos en el Hipódromo de Armilla, pero las corridas de toros despertaron el habitual interés, pese a que tres semanas antes había resultado muerto Joselito, la gran figura de aquellos años, que iba a torear en Granada.
Las fiestas de hace un siglo mantenían su impronta religiosa, pero ganaban importancia distintos espectáculos y tenían una intensidad participativa mayor que la de veinte años antes. Eso sí, todo con orden, lo que para algunos resultaba fundamental: «alegría colectiva», «regocijo lícito» y «bien ordenado».
No es cierto que cualquier tiempo pasado fuese mejor, pero en los tiempos de pandemia conviene recordar cuando lo fueron.
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