La corteza orbitofrontal es una de las zonas más conocidas del cerebro, un área muy importante a la hora de controlar las respuestas que ofrecemos socialmente así como inhibir conductas violentas, es el lugar de nuestro cerebro donde se controla la violencia. Captamos información y ... somos capaces de regular nuestras expresiones y comportamientos, sentir empatía o todo lo contrario, incluso diferenciarnos de los animales en una situación donde una acción hace aparecer una posible reacción de carácter violento, entonces esa parte del cerebro se activa para medir las consecuencias y ofrecer otros puntos de vista distintos en la que no intervenga esta. Los avances en la neurociencia han permitido llegar a esas conclusiones, a ese conocimiento que puede servir para estudiar y conocer porqué existen personas -más hombres que mujeres- que no controlan determinadas situaciones y actúan con ira o desproporción física.
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Según un interesante estudio ofrecido por el doctor mejicano Eduardo Calixto González sobre la neurociencia de la violencia la corteza prefrontal es la región del cerebro que más tiempo tarda en desarrollarse, de hecho se considera que no termina su desarrollo hasta que somos adultos más o menos entre los 20 y 25 años de edad. Esa parte del cerebro hospeda los valores morales, el arrepentimiento, y aporta dos edades clave: entre los nueve y los doce años se aprende el freno y límite si la educación, el contexto y las circunstancias personales lo permiten. Aporta una reflexión importante González, la comunicación personal, la verbal, es algo que se va perdiendo en las últimas generaciones, sobre todo, desde los últimos veinte años. Ese hecho influye directamente en que la educación moral y social del periodo citado disminuya. El placer en causar daño, característica exclusivamente humana, tiene, por tanto, menos freno. Tal vez junto a otras complejas variantes podamos entender tanto detritus expandido en redes sociales o tanta violencia ya no solo en nuestra sociedad, sino por todo el mundo.
He defendido y defenderé que alguien por las letras de sus canciones no entre en prisión, con independencia del mal gusto que puedan tener, de hecho soportamos el reggaeton, y a mí en especial me parece aberrante el trato que realiza a las mujeres en sus letras, aunque a la vez muestro también mi sorpresa por la impunidad que puede alcanzar un grupo exaltando públicamente el fascismo y denigrar a las víctimas del Holocausto. Parecen extraños raseros distintos en la medida. Ahora bien, de igual modo que defiendo la libertad de expresión, defiendo una postura no violenta en la protesta. En contra pueden residir argumentaciones que nos recuerdan que sin airadas protestas no se hubiesen conseguido grandes logros sociales, pero también debemos recordar personajes como Gandhi, Luther King, Desmond Tutu, Mandela, Rigoberta Menchú o Malala Yousafzai los consiguieron o promovieron sin hacer uso de ella. Creo que la violencia, la falta de freno y control en la zona prefrontal de una persona protestando en el siglo XXI en nuestro país provoca más problemas que soluciones.
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