Crecer en la duda
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A propósito de la película de Amenábar, el pasado domingo en su artículo en El Semanal, Arturo Pérez Reverte, hablaba de cómo el director ha tratado la película con ecuanimidad, que no significa equidistanciaSecciones
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A propósito de la película de Amenábar, el pasado domingo en su artículo en El Semanal, Arturo Pérez Reverte, hablaba de cómo el director ha tratado la película con ecuanimidad, que no significa equidistanciaSerá por la huella que estos días está dejando en la actualidad la última película de Alejandro Amenábar basada en la figura de Miguel de Unamuno y el contexto de aquel famoso alboroto en el paraninfo de la Universidad de Salamanca, el 12 de octubre ... de 1936, con el encontronazo dialéctico con el general Millán Astray, de lo que hablábamos la pasada semana en este mismo espacio. Será porque hace unos días comenzaba a leer la reedición de la 'Rebeldía de Pensar' de Óscar de la Borbolla (Fondo de Cultura Económica, 2019), maestro en Filosofía por la Universidad Nacional Autónoma de México y doctor por la Universidad Complutense de Madrid, que desde otra óptica, me ponía en sintonía con el eje central de ese Unamuno de la duda, de la duda como camino. Sí, será por eso, que no me resisto a escribir sobre la imperiosa necesidad de potenciar hoy el pensamiento, frente a la superficialidad imperante. Pensar para poner en tela de juicio tantas certezas con las que nos armamos a diario, sintiéndonos infalibles. Porque en todos los ámbitos, especialmente en las redes sociales, en los espacios políticos y mediáticos hay un culto a la certidumbre que no deja hueco a quienes plantean la incertidumbre como un gran valor en el debate de la vida.
A propósito de la película de Amenábar, el pasado domingo en su artículo en El Semanal, Arturo Pérez Reverte, hablaba de cómo el director ha tratado la película con ecuanimidad, que no significa equidistancia, lo que le ha provocado no pocas críticas desde un lado y otro de los bordes. ¿Por qué hay que tener una seguridad absoluta, inmediata, nítida y tan a menudo clamorosa sobre cualquier cuestión? Desde las diferentes tribunas es imperioso manejar la opinión colectiva, y nada mejor que crear clichés que asuman la gran mayoría de ciudadanos. Unos ciudadanos que se están aborregando en torno a esos estereotipos sin ángulos, sin matices; sin necesidad de reflexión, ni preguntas. El debate público cada día se está estrechando y empobreciendo. Aquí y allá lo más normal es el maniqueísmo, las frases categóricas, si no cortantes (en tantas ocasiones al arrimo del anonimato o la arenga no presencial), donde se prima la exacerbación. El debate abierto, la reflexión crítica, las matizaciones, la duda, se pierden, o se desechan directamente. Los que vacilan no tienen espacio en el ágora pública, que se ha vuelto un bullicioso espectáculo banal y chabacano. Se desprecia la aptitud de no estar seguro, de plantear dudas y caminos diferentes al dualismo de los opuestos. Juan Cruz tiene un libro titulado 'Toda la vida preguntando', donde señala que el periodismo está hecho de preguntas Y así dice: «El lector no sabe nada, y el periodista tampoco; cuando este cuenta es porque ha preguntado, ha sabido preguntar. Esa es la esencia de cualquier libro de estilo». Lo dice a propósito de 'El relato de un náufrago', el reportaje para cuya elaboración García Márquez necesitó 120 horas de preguntas a su protagonista, algo que podemos aplicar a muchos relatores/referentes de nuestra actualidad. Esa actitud que preconiza el periodista y escritor canario es lo contrario a la brocha gorda que impregna todos los ámbitos de nuestra vida.
Hoy nadie está dispuesto a escuchar, a interrogar a interrogarse, a tomar perspectiva, a ver todos los lados, aristas y ángulos del asunto, y razonar al respecto. Lo cómodo es hablar desde la respuesta concluyente. Séneca recomienda que las opiniones no deben ser contadas, sino pesadas. La historia de la filosofía se puede resumir como el relato de una gran duda. La mayoría de lo que consideramos certezas absolutas ante problemas arduos suelen llevar a grandes errores. Por eso con el pensamiento racional nace la duda. Atribuimos a Sócrates la frase: «Sólo sé que no se nada» y Descartes desenvuelve la duda metódica. Alguien podrá argumentar que los filósofos se pueden permitir divagar en la incertidumbre, pero no los políticos, que tienen que tomar decisiones y manejar tiempos muy inmediatos. Pero a lo largo de la historia la filosofía, el pensamiento en general, ha ido de la mano de la política. Los que se nutren de verdades absolutas, que tienen muy claro quiénes son los buenos y los malos me dan miedo. El filósofo Pascal afirmaba que el mayor problema del hombre es su incapacidad para estar a solas en una habitación consigo mismo. Esto es, nuestra imposibilidad para parar, escucharnos a nosotros mismos y reflexionar sobre lo que importa.
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