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Presedo Velo estaba muy cabreado aquella mañana del 21 de julio hace cincuenta años. Grupos de vecinos marchaban hacia el Cerro Cepero, donde había aparecido la escultura «de una diosa». Temía el profesor gallego la invasión del espacio acotado para las excavaciones, de las que ... era responsable, y se produjera algún desprendimiento o desperfecto. La tarde anterior había corrido de boca en boca la noticia de un gran hallazgo, quizá un tesoro, y la gente quería ver qué era. El corresponsal de IDEAL en Baza avisó del descubrimiento la noche anterior. En la edición del día 21 apareció una nota breve y esto animó aún más a bastetanos y foráneos a acercarse para ver 'in situ' aquella diosa… o lo que fuera. El director del periódico, Santiago Lozano, que se iba a jubilar días después, encargó al redactor-jefe que un plumilla y un fotógrafo se desplazaran a primera hora de la mañana para ampliar información sobre el tema. Yo acababa de incorporarme a la redacción quince días antes y me dijeron que acompañara a Antonio Checa y al fotógrafo Juan Granados en aquella misión.
El profesor Presedo Velo –que había dado orden tajante a su equipo de no dejar pasar a la prensa si aparecía por allí–, me había dado clase de Historia Antigua en los cursos nocturnos de la Complutense hacía un par de años. Me acerqué a saludarle y me presenté como alumno suyo. Mentí diciéndole que estaba de vacaciones en casa de unos parientes, que eran los que me acompañaban, y le pedí que nos mostrara, si ello era posible, la fabulosa escultura. Para entonces Juan Granados ya había escondido su cámara. Presedo se sorprendió gratamente por nuestro interés, siguió rajando de la prensa «que daba informaciones poco rigurosas» y nos llevó al lugar donde se encontraba la Dama, cubierto con dos lonas para mantener en la penumbra la estatua y amortiguar en lo posible el daño que el calor encanallado de julio podía producir. No recuerdo si ya le habían dado la capa de laca para evitar que se desprendiera la pintura que la adornaba. Fue una clase magistral de más de veinte minutos sobre el legado ibérico en la zona y la importancia del hallazgo. Mientras se movía para mostrar detalles ornamentales, Checa tomaba nota y Juanito Granados aprovechaba para apretar el disparador de la cámara, acompañándolo de una tosecilla para amortiguar el ruido.
Me contaron que Presedo montó de nuevo en cólera al día siguiente, por sentirse engañado, cuando vio la edición de IDEAL. Meses después se celebró en Jaén el XII Congreso Arqueológico Nacional en Jaén y fui enviado a cubrir para el periódico aquel evento. Allí estaba mi profesor, que intervino en este congreso para contar como se desarrolló la excavación de la ya denominada Dama de Baza. Me acerqué a saludarle y comprobé que se le había pasado el enfado. Es más, alabó nuestra argucia. La semana que entra se cumplen cincuenta años de la aparición de la Dama que puso a Baza en la primera división de la Historia y del Arte, y que esta ciudad quiere recuperar. Me he limitado a contar cómo se logró aquella primera información sobre el hallazgo.
Podía haber dedicado esta columna a los vaivenes municipales y otros chismes de la plaza del Carmen, pero con estos calores no apetece ni acercarse a los magnolios.
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