Seguro que ha escuchado muchas veces esa frase que dice «somos lo que comemos». No es de Hipócrates, ni de Shakespeare, sino de un filósofo ... alemán de difícil apellido, como casi todos los teutones. Ludwig Feuerbach escribió en su libro 'Enseñanza de la Alimentación', a mediados del siglo XIX, que «si se quiere mejorar al pueblo, en vez de discursos contra los pecados denle mejores alimentos. El hombre es lo que come».
Lo que estaba reivindicando era el derecho de las clases sociales más desfavorecidas a tener una buena alimentación. Se pensaba más en la cantidad que en la calidad por aquel entonces. Sin embargo, la expresión sigue siendo actual. Aunque ahora mismo la mayoría la enfocamos desde una perspectiva saludable, al menos en lo que conocemos como primer mundo.
La manera en que ingerimos alimentos puede ayudarnos a prevenir enfermedades y alargarnos la esperanza de vida. No obstante, la ecuación no estaría completa sin otros hábitos de vida saludables, como el ejercicio físico moderado. Hasta aquí todos estamos de acuerdo ¿verdad?
En España el 40% de los niños comprendidos entre los 8 y los 16 años están por encima de su peso recomendable. Además, el 17% padece obesidad. En muchos casos existe una componente genética que conduce a nuestros menores hacia esta situación con mayor facilidad, pero no puede servir de excusa para no actuar.
La situación actual está plenamente relacionada con un elevado consumo de alimentos ricos en azúcares o grasas. Los llamados ultraprocesados tienen gran parte de la culpa. Por eso no son pocas las voces que llevan años tratando de evitar el impacto que tiene la publicidad de este tipo de marcas en nuestros hijos.
El Ministerio de Consumo, el mismo que no considera que las frutas y hortalizas de invernadero sean de temporada, había dado un interesante paso para prohibir los anuncios de alimentos azucarados en horario infantil, pero la normativa impulsada por Alberto Garzón no termina de ver la luz.
Una vez más la fuerza de la industria alimentaria le está ganando el pulso a la administración pública. La guerra surge desde dentro del poder ejecutivo, pues ha sido el Ministerio de Agricultura quien ha vetado esta norma. Planas contra Garzón, el PSOE contra Unidas Podemos. El lobby de las grandes multinacionales de los refrescos y las chocolatinas se sale con la suya siempre.
De nada sirve que los estudios y los expertos hayan explicado hasta la saciedad que el consumo excesivo de este tipo de productos pueda tener consecuencias negativas para la salud de nuestros más pequeños. Seguirán anunciándose, ganando cuota de mercado y hasta apropiándose de los atributos de otros alimentos que sí son saludables, como lo son las frutas y hortalizas de nuestro invernaderos solares.
Con este encontronazo pierden los agricultores y las empresas agrícolas, pierde la sociedad y sobre todo salen perdiendo nuestros hijos, que son el futuro de nuestro país.
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.