Ya todo el mundo sabe que la OMS define una pandemia como una enfermedad infecciosa de los humanos a lo largo de un área geográficamente extensa. Del griego (pan, todo y demos, pueblo).
En la Baja Edad Media hubo sucesivas oleadas de esta enfermedad que diezmaron el crecimiento demográfico durante gran parte del siglo XIV. Europa vio reducida su población, según estimación del Profesor Manuel Riu en un 35-40 %, debido a que fallecieron, por esta causa, más de 25 millones en el corto espacio de seis años (1347-1353).
Durante este siglo se extendió una enorme sensación de inseguridad por toda Europa, y una oleada de miedo y pánico irrefrenables, la peste negra era sinónimo de muerte negra. Quizás la peste llegó a Europa desde Asia, siguiendo las rutas comerciales, acompañando a marinos y comerciantes. En el territorio de la actual Alemania probablemente murieron uno de cada diez habitantes en ciudades como Hamburgo, Colonia y Bremen.
Pero fue un ciudadano en Florencia, Giovanni Boccaccio, testigo y sobreviviente de este drama en vidas humanas, quien creó el libro que le elevaría, junto a Dante y Petrarca, a la cima de las letras italianas y aún europeas. Para ello desistió describir como un pulcro notario los aterradores acontecimientos. Él concibió un texto desconcertante, en lugar de dejarse arrastrar por el pesimismo y el pánico que le rodeaba en Florencia, su famoso Decamerón, se convirtió en un libro lleno de relatos eróticos y en un canto a la alegría de vivir. Nos recuerda David Denby en 'Los grandes libros', que «Bocaccio era un humanista que rechaza el fatalismo cristiano medieval. Para él la sexualidad se asocia con la fuerza, y cree que la voluntad de Dios es que los hombres se realicen plenamente en la tierra, por lo que la castidad supone una renuncia inútil». Para Anna Girardi, especialista en la obra de Boccaccio, esta obra maestra hace una lectura de la «cultura medieval y popular», elaborando una obra de grandes vuelos literarios, pero que «los círculos culturales italianos, recién salidos del oscurantismo medieval difícilmente podían aceptar». No fue así en Francia y Borgoña, donde se difundió con un éxito que no alcanzaría en Italia hasta principios del siglo XVI. Muchas veces fue un libro destinado al escándalo; prohibido y censurado en la era victoriana, por su elogio de un hedonismo rebelde que hoy, en parte, se ha perdido.
Nos asombra pensar, que, en un momento de calamidad como la peste de Florencia, donde solo el 20 % de la población sobrevivió, la enfermedad impulsara la creación de tan magna obra literaria. El controvertido y exigente crítico, el profesor Harold Bloom, sitúa a Boccaccio por el Decamerón, en la Edad Aristocrática de su 'Canon Occidental'.
Pero también es sugestivo pensar que nuestra sociedad española actual, en estado de alarma por otra pandemia, podría refugiarse en la cultura, para combatir el miedo, como entonces aquellos florentinos del Decamerón, aunque con las naturales diferencias.
La pandemia que nos amenaza en el siglo XXI, no tiene los perfiles trágicos de aquella peste. El germen que nos agobia es conocido ya desde 2003, cuando dio lugar a un síndrome respiratorio agudo (SARS, por sus siglas en inglés) que produjo víctimas en proporción menor de lo esperado. Hubo poco más de 8.000 casos en 26 países con menos de 800 fallecidos.
Lo que ha ocurrido ahora con el coranovirus, bautizado como COVID-19, es una mutación de un virus animal, que vive en pequeños mamíferos como la civeta y el tejón, y que se venden vivos y se consumen en algunos mercados de China. Y en un momento dado se habría producido un salto entre especies, desde un reservorio animal hasta el hombre, logrando transmitirse después de persona a persona. Como señala el Dr. José Martínez Olmos (Profesor de la Escuela de Salud) «es un virus nuevo que produce una enfermedad nueva». Y lo nuevo es la rapidez de su propagación. Cada día nos alarman las cifras que crecen, y lo harán algún tiempo todavía. Aunque la tasa de mortalidad sea más baja que la gripe común. Y sobre todo la diferencia con Florencia en el siglo XIV, es disponer de recursos muy superiores para hacerle frente.
En estos días de reclusión obligada, animo a dedicarse a la Literatura, y quién sabe sí, de ese ámbito propicio de reclusión y lecturas, podría salir, en España o en Europa, otra gran obra literaria, que como ocurrió con el Decamerón, descubra a un gigante de la Literatura del siglo XXI. Por qué no.
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