Carolina Bescansa con su hijo, junto a sus compañeros de Podemos en el Congreso de los Diputados.

Declinaciones

La Carrera ·

Al parecer el tipo gusta de pasearse desnudo por su casa, como haría cualquier hijo de vecino

José Ángel Marín

Martes, 4 de octubre 2022, 00:25

No te lo vas a creer, dijo tía Gertrudis nada más abrirme la puerta. Pasa, pasa –añadió con prisa-, que te voy a contar un par de noticias que acaban de dar en el informativo. Ya me dirás, respondí mientras me acomodaba en el sofá ... de la salita. Resulta –detalló la tita- que el otro día, en Valencia, un treintañero de oficio informático, se presentó a declarar en el juzgado en cueros. Y así, en pelota picada, quiso solventar sus pendencias con la Administración de Justicia. Al parecer el tipo gusta de pasearse desnudo por su casa, como haría cualquier hijo de vecino. Además, en verano, practica nudismo por las playas levantinas y ya puestos, vista la bonanza climatológica, ha decidido extender su devoción a las sucursales judiciales de las que es asiduo.

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Pregunté a tía Gertrudis que ocurrió después, una vez que el gachó se plantó en sede judicial como lo parió su madre. Por lo visto –me aclaró ella- este frescales (dicho sea, sin ofensa y en el sentido lato del término) no consiguió su propósito de mostrar a 'Su Señoría' sus esplendores anatómicos. Se lo impidieron los alguaciles en la puerta, y allí mismo a la entrada del juzgado, fue invitado por los agentes de la autoridad –eso sí, muy amablemente- a vestir alguna prenda. Si bien su retorno a la ropa fue a regañadientes y apelando a la libertad ideológica y de expresión corporal.

Supongo –repliqué enseguida- que esta conducta habrá causado honda conmoción en la industria textil y de paños, tan extendida como está en las regiones colindantes del Mediterráneo. Al parecer –comentó ella- hay división de opiniones, pero favorable unanimidad entre los fabricantes de calzado de los aledaños, pues saben a ciencia cierta que –aunque se ponga de moda el nudismo callejero- la gente que se pasea en bolas lo que sí ve obsceno es pincharse los pies.

Y así, sin solución de continuidad, enlazó tía Gertrudis con la siguiente noticia, que no era otra que un senador de país hermano, se había presentado en sede parlamentaria con su caballo; animado, claro, por el lumbreras que rige la asamblea legislativa y que, a la sazón, había decretado el día de antes, en sesión solemne y plenaria, que el Parlamento es un 'lugar amigable para las mascotas', y que ya podían los congresistas traer consigo sus animales de compañía. De modo que, convertido en zoo el capitolio, poco han tardado en recalar por allí toda clase de arácnidos y anfibios –además de los habituales cuadrúpedos- que harán las delicias de las sesiones parlamentarias.

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Recordé entonces a la diputada española que hace poco abrió aquí el melón de lo pintoresco en sede legislativa, una tal Descansa o algo así, que amenizaba el hemiciclo amamantando a su crío. Igual que hace, por cierto, un piloto de Iberia a los mandos de un Boeing 747 en el que viajan cientos de personas, o como también suelen hacer las cirujanas que dan la teta a sus criaturas mientras se afanan en el quirófano.

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