Déjame como estoy
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Puerta Purchena ·
En un debate con alguien que piensa lo contrario que yo, empezaría dando las gracias por poder celebrarlo. Se trata de hablar de salud, de no contagiarnos y, muy especialmente, de no contagiarPepe 'El Tomillero' se sorprende al escuchar de un tercero que pasa a más de dos metros de distancia y con mascarilla, aquello de 'virgencita, déjame como estoy' y sigue su marcha en busca de los 10.000 pasos diarios y contento porque, entre los ... suyos, no hay bajas después de ocho meses de pandemia.
En eso se condensa la frase que ha vuelto a escuchar no sabría precisar desde cuando. Es a lo que le ha conducido esta situación, a ir pasando poco a poco de las redes sociales indiscriminadas, a buscar solo informaciones directas, contrastadas, reales, ciertas, con veracidad y a pasar también de lo que dicen quienes hablan consigo mismos y se alejan de todo aquello que debieran representar. Es cierto que vivimos una situación complicada, pero muchos de quienes nos tienen que proteger, cobijar, organizar, esperanzar… nos demuestran a cada acción que se alejan cada vez mas del conjunto de la sociedad.
En estos diez meses de anormalidad hemos visto y escuchado de todo. Desde la crítica por la falta de actuación a la crítica de la rapidez en tomar decisiones o adoptar una postura contraria a la que tiene quien critica; de la de señalamientos a unos y después a otros, de consejos científicos sobre quedarse en casa a convocatorias de manifestaciones políticas, de órdenes de ser condescendientes a otras de, porra en mano, dispersar al personal, de echar la culpa al de enfrente y de echársela al de al lado.
'Virgencita, déjame como estoy' rogamos en cada una de las aperturas de telediarios, en cada una de las tertulias de expertos en salir en la tele por su bonita o arreglada cara, por nada más; en el momento previo a conocer las decisiones políticas que se despachan en un santiamén y, por supuesto, mientras esperamos que llegue la solución definitiva, la vacuna que nos hará más ricos en salud.
Mientras asistimos a la feria de las contradicciones nos queda la duda de si la decisión de confinar a la población, antes y ahora, va a posibilitar que cuando se echen los políticos en cara la opinión que tienen de la medida, podamos tener a alguno en frente del otro. Una de dos, o la medida es mala y la palmamos, o es buena y seguimos viviendo. Es decir, despedirnos del paisaje terrenal o quedarnos como estamos. Yo, en un debate sobre lo que está pasando con alguien que piensa lo contrario que yo, empezaría dando las gracias por poder celebrarlo. Se trata de hablar de salud, de no contagiarnos y, muy especialmente, de no contagiar. Por eso lo más extraño es que las reglas que se marcan por las autoridades no vayan acompañadas de los medios necesarios para su cumplimiento y que a diario nos encontremos en los medios de comunicación, noticias literarias y gráficas sobre el caos en plena pandemia. Sorprende mucho que lo que es bueno para unos no lo es para otros según dónde. Decir, por ejemplo, que lo de Madrid es excesivo y pedir lo mismo para otras comunidades con los mismos datos no es lo más racional.
En fin, una semana más con el virus bien cerca, rozando el palo, lamiendo el larguero, ajustado al poste y los forofos políticos intentando contagiar sus virus ideológicos, tan nefastos como los que los científicos tratan de erradicar.
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