Demagógico cinismo
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No hay mayor cínico que aquel que reclama para sí lo que nunca ha dadoDesde siempre el cinismo ha estado ahí y todos hemos sido cínicos en algún momento. Pero es en la actualidad cuando cada vez más proliferan los cínicos empedernidos, conspicuos en su desfachatez al mentir o defendiendo aspectos plenamente reprochables. «¡Nihilismo, cinismo, sarcasmo, orgasmo!», le grita ... en tono acusatorio una de sus tres ex mujeres a Harry Block, el escritor interpretado por Woody Allen en Desmontando a Harry, mientras le acusa de que no tiene valores. «Con ese eslogan», replica calmosamente Harry Block, «yo podría ganar las elecciones en Francia». El género humano se ha modelado en los últimos tiempos gracias al debilitamiento de la sociedad y a que sus dirigentes han ensanchado su cinismo. Precisamente Umberto Eco pone en boca de Guillermo de Baskerville en el Nombre de la rosa: «El diablo no es el príncipe de la materia, el diablo es la arrogancia del espíritu, la fe sin sonrisa, la verdad jamás tocada por la duda». Cervantes en El Quijote describe el cinismo refiriéndose a los términos maldad, bellaquería, embuste, ruindad o villanía. El término ha evolucionado desde aquel cinismo grecolatino que encabezara Antístenes y del que Diógenes fue tal vez su más célebre representante. Una corriente filosófica que ha sido uno de los márgenes más porfiados y estimulantes de la cultura occidental al proponer una perspectiva insolente, antisistémica, y sarcástica ante el aristotelismo, el platonismo o el judeo-cristianismo. En la actualidad un cínico es un falso. Escribía Cervantes «Bien predica quien bien vive -respondió Sancho-». Y en el fondo, es una explicación perfecta del cínico. Hoy la sociedad se ha llenado de cínicos, seres impostores de su verdad, tramposos con los demás, alejados de la realidad del otro y sus problemas. Con tal de conseguir sus propósitos, engañan, maquillan el contexto con su siniestra desfachatez. Y no hay mayor cínico que aquel que reclama para sí lo que nunca ha dado.
Cínicos son muchos de nuestros políticos y dirigentes en tantas manifestaciones y actitudes. Y cínicos somos en todos los ámbitos, con nuestra hipocresía ante la verdad y lo esencial, con nuestra falaz falsedad, con nuestra deshonestidad que maquillamos de mil maneras mientras miramos a otro lado, con nuestra doblez; procaces, y además soberbios, Ante eso, ¿dónde está la ingenuidad, esa ingenuidad educada para preservar la luz de lo auténtico, el entusiasmo, el idealismo y así aspirar a lo más noble, a lo mejor? Porque en definitiva el cínico lo que hace es estrechar su vida, levantar muros a su alrededor, muy lejos de ese preclaro anhelo, no de satisfacernos en lo urgente, sino de vivir de tal modo que nos hagamos dignos de ser felices. Javier Marías es terminante cuando dice que: «El cinismo es la expresión de la brutalidad en estado puro». Y no nos engañemos, por activa y por pasiva todos lo abonamos. La ignorancia es el campo de acción del cínico en el que ara con su demagogia. Y cada vez somos más pusilánimes para reaccionar ante este panorama, nos hemos vuelto hueros para abrazar el discernimiento, la verdad, el conocimiento, la integridad.
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