Derechita cobarde
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Que Casado sea el líder renovador, justo ganador de las primarias de su partido, vencedor del sorayismo como corriente continuadora del rajoyismo, es un realidad nada desdeñableSecciones
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AD LIBITUM ·
Que Casado sea el líder renovador, justo ganador de las primarias de su partido, vencedor del sorayismo como corriente continuadora del rajoyismo, es un realidad nada desdeñableLa precampaña del 28-A nos está dejando muchas anécdotas cargadas de gestos electorales. Así, el espartano Aznar que tantas batallas de las Termópilas ha librado, manifestaba su enojo porque los de Abascal le tildan de «derechita cobarde», retándoles a decírselo a la cara y ... mantenerle la mirada. Los voxeros se han extrañado de que se diera por aludido, porque la invectiva iba dirigida a la línea de flotación de las políticas marianistas. De hecho, los dos líderes mantienen desde el Congreso de Valencia (capital Bulgaria) un notable distanciamiento personal e ideológico. Que Casado sea el líder renovador, justo ganador de las primarias de su partido, vencedor del sorayismo como corriente continuadora del rajoyismo, es un realidad nada desdeñable. Sin embargo, entre sus propias filas, no acaban de ponerse de acuerdo sobre su ideario político. Para el flamante fichaje Edurne Uriarte: «Rajoy y Casado es lo mismo»; para la también periodista hispano-argentina que vuelve a su antiguo partido, Cayetana Álvarez de Toledo: «Por qué no se disuelve Vox, si Rajoy ya se ha ido». Dos planteamientos muy distintos. Por eso, para diagnosticar si el partido heredado por el gentleman (elegante de modales y de exquisita educación) Casado, ha sufrido la catarsis exigida por gran parte de su electorado, que han encontrado refugio en Vox, la respuesta habría que buscarla en los hechos más que en las palabras.
La declaración de principios de Rivera, para marcar su territorio ideológico, de que «No me veréis hablar del aborto ni de Franco; eso se lo dejo a Casado y a Sánchez. Yo quiero hablar de España», exige contestación por alusiones. El sanchismo que invoca el 'Haz que pase', lo intentarán con la convalidación de los decretazos sociales electoralistas y los pactos 'Frankenstein' de la moción, que les ha regalado una campaña de nueve meses desde el poder. Aunque sea, como exigía Esteban del PNV: «Si bien me quieres, Mariano, da menos leña y más grano». Y cómo continúan llenando el granero vasco y catalán. Lo que hay que reconocer al 'doctor cum fraude' es que no tienen complejos en reeditar la octogenaria contienda civil, porque para él, si no quiere acabar como el 'Titanic' y en contra del dictado del último parte de 1 de abril de 1939, la guerra no ha terminado.
El centro derecha 'maricomplejines' sigue conservando sus esencias y se ruboriza al defender determinados valores, porque le avergüenza que le señalen. Así, el número dos por Madrid, Adolfo Suárez Illana, ha tenido que rectificar sus declaraciones en contra del aborto, por no ajustarse a la corrección política del partido, que al parecer no está por la labor de hacer frente al marxismo cultural de la izquierda.
Pero lo más lacerante ha sido la aprobación del nuevo Estatuto de Autonomía de la Comunidad de Murcia, con el apoyo del PP y Cs, al comprar, una vez más, la mercancía averiada de Podemos y el PSOE sobre la ideología de género y la memoria histórica. Un 'remake' de lo sucedido en las elecciones andaluzas, en donde el Gobierno de San Telmo no está dispuesto a contrarrestar semejante basura liberticida.
Ya no podemos echarle la culpa de estas fechorías a la derecha de Cifuentes que aprobó las leyes LGTBI en la Comunidad de Madrid o a la de Feijoo en Galicia, ni a la de la mayoría absoluta que no derogó la ley de odio histérico. La prueba del algodón se inclina más a favor de la tesis de Uriarte que a la de Álvarez de Toledo. Sentir miedo ante las situaciones difíciles o mostrar falta de valor para emprender acciones peligrosas o que conlleven cierto riesgo, es lo que se define como cobardía (DRAL). Sería catastrófico para el centro derecha que hubiera un continuismo ideológico del actual líder con su predecesor. Este cambio, sin embargo, continúa siendo epidérmico y circunstancial, aspecto que constata su base electoral. Por eso, Vox sigue creciendo, aunque algunas encuestas sean propaganda de guerra y fijen su techo electoral en el veinte por ciento. Pero, como en Andalucía, existe otro veinte por ciento de la derecha silente y agazapada, que entiende que el voto más útil es el que se ejercita sin miedos y a conciencia, según los principios.
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