Desescalada
Ad Líbitum ·
La medida más eficaz para atajar la crisis sanitaria hubiera sido apelar a la responsabilidad personal de cada ciudadano, como ahora han hechoSecciones
Servicios
Destacamos
Edición
Ad Líbitum ·
La medida más eficaz para atajar la crisis sanitaria hubiera sido apelar a la responsabilidad personal de cada ciudadano, como ahora han hechoEl Gobierno acaba de dar un volantazo a la cincuentena por coronavirus, apremiado por la presión social, las medidas adoptadas en otros países y el histórico desplome económico. Este cambio radical de pasar del arresto domiciliario a la libertad en cuatro fases viene a evidenciar, ... una vez más, la liberticida medida del estado de alarma. Una de dos: o las siete semanas de confinamiento han sido un desproporcionado abuso de derecho, o la escarpada desescalada constituirá una imprudencia temeraria. Con este 'Plan de Transición a la Nueva Normalidad', el Gobierno se pone en entredicho de lo disparatado que ha sido recluir a la mayoría de la población durante dos meses. La medida más eficaz para atajar la crisis sanitaria hubiera sido apelar a la responsabilidad personal de cada ciudadano, como ahora han hecho, en vez del ataque desmesurado perpetrado contra las libertades individuales. Los verdaderos expertos internacionales –no los del Gobierno– nos han enseñado en el master sobre el Covid-19, que para superar el contagio hay que romper la cadena de transmisión, aislando a los enfermos. Para ello, no hace falta confinar a toda la población, sino sólo a los contagiados previo análisis de detención mediante los test. Éstos todavía siguen siendo insuficientes, como ha reconocido la OCDE que nos sitúan en el número 17, de entre los 37 estados integrantes, después de descender del lugar 7; pese a ello, el presidente Sánchez insiste en tergiversar esa información.
Las medidas de no colapsar el tejido productivo y laboral o el ejercicio deportivo individual con el distanciamiento social sanitario -es más discutible la salida de los niños-, no se tenían que haber interrumpido. Se ha agravado la devastación económica y el estallido social al gestionar esta crisis tarde y con torpeza; así lo demuestran otros países sin menoscabar la salud, los derechos y libertades y actividad empresarial. Si antes del 'planazo' del Gobierno para conducirnos a la 'nueva normalidad' (expresión acuñada y copiada por el dictador comunista chino, Xi Jinping en 2015), el estado de alarma era contrario a derecho, ahora, con la desescalada y recuperación de derechos, se muestra, si cabe, más desproporcionado y contradictorio. Sirva de símil la desescalada del Everest, en la cordillera nepalí del Himalaya, recreada con ese mismo título en la película americana de 2015, basada en la catástrofe de 1996. La imprudente planificación de escalar el ocho mil más alto del planeta por personas inexpertas, posibilita que alguno perezca en el descenso, por un repunte de contagios. La incoherencia de la transición a la nueva normalidad se manifiesta en la indecencia de los socios que forman la bicefalia gubernamental. El déspota monclovita reclama unidad al resto de fuerzas políticas y autonómicas, pero éstas se enteran por los medios de comunicación de sus decisiones unilaterales. Por eso, no tiene sentido que el principal partido de la oposición siga cobardeando en tablas, apoyando las prórrogas sin condiciones de un arrogante con ínfulas de poder. El vicepresidente que codirige los designios de la nación, ha excretado en sede parlamentaria contra el segundo partido de la oposición las lindezas propias del comunismo, hermano de sangre del nazismo: «miserables, parásitos, antiespañoles e hipócritas». Ha rematado la faena con la amenaza de que «España y nuestro pueblo, una vez más, como en el siglo XX, se quitarán de encima la inmundicia que ustedes representan». Exhibe las mismas querencias totalitarias de amenazas de muerte que en esta misma sede en 1936, Dolores Ibárruri espetó al jefe de la oposición, José Calvo Sotelo, que terminaron trágicamente por consumarse.
El contagio de la hibernación económica y social se ha extendido hasta la misma Iglesia que se ha visto arrastrada en una especie de 'josefinismo' (del emperador José II de Austria, 1780-1790), sin tener en cuenta la necesaria independencia en las relaciones con el Estado. Las razonables medidas que ahora ha implementado la CEE (preservando la salud y la libertad religiosa) se tenían que haber liderado desde el principio. Durante este tiempo algunos católicos, ante semejante desvarío, se han visto compelidos en conciencia a asistir a Misas clandestinas presenciales y no mediante Zoom, Hangouts, Jitsi o la Trece, como si se tratara de la persecución religiosa durante la Guerra Civil o la Revolución francesa. Esperemos que el coronavirus nos haya enseñado algunas lecciones.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Fallece un hombre tras caer al río con su tractor en un pueblo de Segovia
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
España vuelve a tener un Mundial de fútbol que será el torneo más global de la historia
Isaac Asenjo y Álex Sánchez
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.