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Vaya, tenía que estar yo en la inopia, porque hasta hace unos días no me enteré de que existía el término. Y, además, me di cuenta por casualidad, leyendo 'El mundo today', esa recopilación con humorada irónica de una jocosa y distorsionada actualidad, donde en ... el fondo daban caña a esta moda surgida en twitter, plataforma de mensajería que no suelo utilizar. De ahí mi acrecentada ignorancia al respecto. Y claro no estoy en la onda de la actualidad. Y eso que en cuanto a lo que me refiero ya hace tiempo que está muy en uso. Incluso la expresión, con sus correspondientes derivaciones, se está poniendo de moda en ámbitos que superan los límites de internet. Ahora ya sé de qué va cuando leo o escucho: 'abro hilo'. La singularidad de Twitter estaba en la limitación de caracteres y en esa agilidad que daba el retuiteo a esta red social. El dinamismo, la vivacidad, la hipertextualidad, la fácil percepción a través de los mensajes cortos, su concepto intuitivo, son algunas de sus principales características. Sin embargo parece que se necesita más de un tweet para expresar lo que se quiere. Y surge el 'hilo'.
Un hilo en twitter es una serie de tweets conectados de una misma persona. Los hilos permiten conectar varios tweets entre sí para proporcionar más contexto, una actualización o para ampliar una opinión. Así, se pueden publicar bloques de texto más enladrillados; se preparan los hilos y se tiene la posibilidad de dispararlos a la vez. Y Twitter incluso creó un botón en la aplicación para enlazar las diferentes ristras de mensajes. Eso no era el espíritu (¿espíritu?) inicial, pienso, y Twitter se ha convertido en lo que no pretendía ser, aunque eso no es ningún problema para el corazón de las redes sociales. Del diálogo al monólogo, del debate a un amordazar, del compartir al púlpito.
Cuando alguien se viene arriba y dice eso de 'abro hilo' está cortando precisamente los hilos más ideales en la relación humana, está anulando la posibilidad de esa charla inmediata, tan natural, mediante la supresión de los comentarios intercalados que, evidentemente, podrían cambiar el rumbo del coloquio, y afectar a las diferentes opiniones de los participantes en el mismo. No digo que no sea algo correcto el paso que dio en su momento esta plataforma de mensajería al dar cabida a 'los hilos'. Hasta a RAE, como hiciera Netflix a través de Black Mirror, lanzó el pasado 1 de febrero un hilo de Twitter en el que puedes elegir tu propia aventura. Pero con este gran paso en su aplicación también con harta frecuencia podemos encontrarnos con una caterva de memos y zafios que se consideran los más doctos entendidos en los más variopintos temas (alguno de éstos salta a las tertulias televisivas, eso sí, con pose escénica añadida). Algunos tienen incluso un máster y un engrosado y engominado currículum. Pero para la tontez humana no hay límites, y así Twitter se llena de hilos que son clases magistrales donde prácticamente no cabe el disentimiento, ni la rectificación. Porque el hilo es una conversación que sólo tiene una dirección. Abrir hilo significa cerrar las intervenciones de los demás. Es ponerse una coraza y tapones en los oídos para relacionarse con el mundo. En el fondo es insistir en ese tsunami generalizado que arrasa por todas partes. Un tsunami de falta de diálogo a todos los niveles de la vida, de exacerbación que se retroalimenta en el soliloquio mientras se abren más y más trincheras frente a los que opinan diferente. Y así vamos, tan a gusto en nuestra burbuja, enarbolando banderas como lanzas, exhibiendo un patriotismo (de cualquier tipo y nivel) de muñeca.
Miles de personas comentando lo suyo sin escucharse, ni sin la predisposición a atender otros puntos de vista. «Hablar es una necesidad y escuchar es un arte», decía Goethe. Expresarse es fundamental y escuchar al otro nos otorga ese instante de atención exclusiva que todos deseamos, por eso la narración y la escucha se alternan en el diálogo. Con las nuevas tecnologías estamos acabando con la capacidad de hablar en ese complejo, y a la vez enriquecedor universo de la vida, cara a cara. Autores como la socióloga Sherry Turkle revelan que la digitalización está acabando con la conversación entre humanos.
El diálogo «en directo» exige un gran esfuerzo de improvisación y exposición de la persona. Por eso se prefiere enviar audios y textos previamente controlados. Por eso 'abrir hilo' es una forma de no reflexionar. Así se fiscaliza el mensaje y la imagen que se quiere proyectar. Todo cartón piedra. Y los miedos y el pánico al encuentro con el otro en tiempo real, crecen y crecen, y nos ensimisman.
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