El Consejo Europeo desestimó la propuesta de Alemania y Francia de emular la iniciativa de Joe Biden en su encuentro con Vladimir Putin en Ginebra y establecer un diálogo al máximo nivel con el Kremlin que pudiese realzar el protagonismo de la Unión. La iniciativa ... de Angela Merkel y Emmanuel Macron revelaba un alto grado de improvisación, que los países bálticos y Polonia aprovecharon para hacer valer su abierta oposición a la búsqueda de un entendimiento mínimo entre Bruselas y Moscú. Una aproximación que finalmente quedó limitada al tratamiento puntual de crisis de alcance internacional o a asuntos como el cambio climático y la pandemia. A las diferencias estratégicas sobre cómo afrontar las relaciones con Rusia entre países fronterizos que sienten su amenaza directa y precisan del amparo de la UE y otros que la ven más distante se suma la compleja institucionalidad comunitaria, que dificulta los protocolos en las relaciones exteriores en tanto que las presidencias del Consejo y de la Comisión pueden aparecer como meras instancias delegadas cuando no existe un consenso de fondo entre los 27.

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Su férrea autocracia concede a Putin una enorme ventaja al confrontarse en este caso con la Unión porque le permite adquirir la apariencia de una gran potencia aunque la economía rusa se arrastre tras los avatares del desarrollo global. Y, sobre todo, obtener beneficios tanto en los supuestos de que Estados Unidos y la UE se muestren más firmes y exigentes como en aquellas situaciones en las que exhiban más paciencia con Moscú.

Esto último es lo que convierte las relaciones con Rusia en un dilema endiablado, porque inevitablemente ha de aceptarse la drástica desigualdad que supone el diálogo entre una parte cuyas posiciones se basan en el escrutinio democrático y otra que no precisa rendir cuentas más que a sus propias añoranzas de la etapa soviética. La desigualdad entre el juego necesariamente franco y el doble juego de la facticidad del Kremlin, que se siente legitimado para basar su arrogante diplomacia en la implacable represión interna, la agresión hacia todo territorio que considera de su órbita, la incursión en zonas críticas del mundo y el ataque a distancia cibernética contra los países democráticos. Es evidente que para que la UE cuente con una estrategia unitaria respecto a Rusia necesita garantizar la seguridad de todos los socios que formaron parte de la URSS o del Pacto de Varsovia.

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