La decisión de la empresa Ferrovial, una de las multinacionales españolas, de cambiar de sede ha causado disgusto a la mayor parte de la sociedad. Nunca es agradable asistir al alejamiento de alguien cuya proximidad valoramos positivamente. Pero esta noticia que ahora protagoniza Ferrovial presta ... una buena oportunidad para dejarse de debates y cuestiones triviales, propicias de la demagogia populista, para adentrarnos en una reflexión seria sobre la realidad global que requiere el equilibrio necesario para lograr una convivencia en libertad y democrática más justa y eficaz en la solución de los problemas.

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Uno de los mayores problemas que enfrentamos, obvio es recordarlo, es el desempleo. El mayor reto tanto del Gobierno actual como de los futuros es crear puestos de trabajo y, evidentemente, remunerados de manera que las familias pueden vivir con sus necesidades cubiertas y sin privaciones básicas.

El empleo tiene tres fuentes fundamentales: los autónomos, las administraciones públicas –que es la más ambicionada por la seguridad que implica– y las empresas, tanto industriales como de servicios. Escuchar a los sindicatos es imprescindible al establecer bases salariales como lo es también atender a las reivindicaciones de los empresarios a través de sus organizaciones, como la CEOE.

Atravesamos momentos de una transformación tecnológica que requiere que las empresas aumenten las inversiones antes de quedarse rezagas u obsoletas con la consiguiente reducción del número de trabajadores y frenar la creación de nuevos empleos. Empresarios y emprendedores trabajan y arriesgan su dinero, imaginación y esfuerzo para obtener beneficios: nadie arriesga para perder. Pero mientras cumplan con sus obligaciones y normas, nunca se puede minusvalorar su necesidad ni su importancia en la consecución de prosperidad y bienestar, sin olvidar la necesidad de sus tributaciones para financiar servicios públicos.

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Por eso choca que algunos miembros del Gobierno, particularmente entre los pertenecientes a Unidas Podemos, se estén cebando como si se tratase de enemigos públicos con los empresarios, empezando por algunos prestigiosos como los de Mercadona o Inditex, unas manifestaciones agravadas por la autoridad de quienes las expresan. Unas críticas sin fundamentos y desde poltronas oficiales que contribuyen al desánimo de los emprendedores que, lejos de ver reconocida su aportación al progreso, sufren el rechazo de quienes les consideran enemigos de una paz social que los necesita.

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