Dicen los expertos que todos tenemos un día especialmente feliz en nuestra vida. Estoy escuchando por la radio la moción de censura que Vox le ha presentado al Gobierno. Escucho a Ramón Tamames exponiendo sus argumentos, tan contradictorios con su pasado, y pienso que es ... el día más feliz de sus casi noventa años. Lo está disfrutando este martes de estreno primaveral y esperpento político. Es admirable que se contemple tanto el que Tamames se haya prestado a semejante exposición al ridículo como el que un partido de ideología y práctica tan radical y anacrónica le haya elegido para defender su estrategia, y por la insólita muestra de contradicciones entre lo que el candidato expone y lo que el líder del partido intenta corregirle o desvirtuar sus argumentos. La actividad política incluso en sus extremos más recónditos ofrece paradojas insospechadas.

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Ramón Tamames es probable que cuando llegue el momento cumbre de la moción no recoja ni un voto más, y hasta es posible que alguno menos, que los del partido que le ha concedido el honor de haberse subido a la tribuna del Congreso, de haberse dirigido sin tiempo limitado al pleno de la Cámara, además de ser seguido desde el exterior por una buena parte de miles de personas, entre interesadas unas y curiosas y morbosas otras. La conclusión es que Tamames, que en paralelo con su prestigio intelectual ya probó suerte en todo el ideario partidario de la democracia, sin mayor reconocimiento oficial que la tenencia de alcaldía del Ayuntamiento de Madrid bajo la hégira inolvidable del profesor Tierno Galván, lo más probable es que, ego satisfecho aparte, haya querido dejarnos en el ámbito político la génesis de un nuevo partido, uno más, que oscila entre la memoria y la confusión presente.

Es más que probable que mientras gestaba y negociaba su intervención se le hayan cruzado sueños de altura que hacía mucho tiempo que no imaginaba. Ahora le toca bajar de nuevo a tierra con la sensación del deber frustrado para seguir contemplando con escepticismo la realidad política nacional. Salir derrotado de un debate no es una deshonra. En los Estados Unidos cuando se celebran elecciones presidenciales todos estamos pendientes de los candidatos demócrata y republicano, que se disputan la victoria. En el fondo persiguen un objetivo común: pasar a su futuro como aspirantes al cargo más poderoso del mundo. Tamames, además de incorporarse a la historia de la democracia por la anécdota de su experiencia, también podrá ofrecer ya una tarjeta personal honrosa: Ramón Tamames, excandidato a la Presidencia del Gobierno de España.

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