Antonio Agudo Martín
En cada año que se estrena uno se pone tareas que cumplir antes de que se agote este almanaque recién estrenado. Son los propósitos y las enmiendas que, al menos un servidor para este año 2022, quiere cumplir a rajatabla. Son doce, como doce son ... los meses de este año y ahí van.
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1.- Lo primero que haré es comprar un diccionario de insultos para, cada vez que me llegue la factura de la luz, acordarme con fundamento de los culpables de este atraco mensual.
2.- Me borraré del gimnasio ya que en 2021 ni siquiera lo pisé. Tengo las mallas con la etiqueta todavía que me compré en las rebajas del año pasado.
3.-Lo mismo me echo a fumar tabaco de contrabando por echarle el humo del IVA a la Agencia Tributaria en los hocicos. Y con la tos que me dé, lo mismo me devuelven la renta del año pasado
4.-Seguiré aparcando en las vías del tranvía.
5.-El quinto propósito no es difícil de conseguir: seguiré si subirme al AVE.
6.-Por darle en el boquino al ministro de Consumo seguiré, mientras pueda, pidiendo entrecot o chuletillas de cordero cuando coma fuera.
7.-Lo mismo en julio ya es momento de comprar otro paquete de mascarillas.
8.-Puede que vaya a votar o puede que no. Pero seguro que nos calientan la cabeza con otras elecciones.
9.-Como con la campaña electoral se me quedan los pies fríos, seguiré dando caminatas por el monte.
10.- Intentaré no acudir al centro de salud, pero por si acaso, en esta primera semana de enero, pediré cita por si me la dan para octubre.
11.- A lo largo de todo este año seguiré desconociendo gente que no me interesa y mantendré a los amigos de siempre.
12.-Ya en diciembre sacaré esta lista para escribir el primer artículo del año 2023 con mi compadre Medina. Todo seguirá tan vigente como en el día de hoy.
Así que, querido Ernesto, que las empinadas cuestas, los profundos valles, aburridos soliloquios electorales y la enésima promesa de construir la Ciudad de la Justicia o la de poner tren en Jaén, te sean leves y breves. Seguiremos escorados en este rincón de papel con nuestras líneas discontinuas mientras quienes tú sabes intentan adherirnos a su equipo o al contrario. Es decir, que seguiremos viviendo en la calle Independencia frente a la plaza de 'Vamos por libre…' un año más.
Ernesto Medina Rincón
El propósito es la antesala de la derrota. Nada, compadre, que se me ha ocurrido así de pronto. Yo mismo me he quedado asombrado, «si hasta parece una máxima de ésas que graban en los sobrecitos de azúcar». Cualquier día mi nombre reluce entre tazas, cucharillas, barras de cafetería y veladores, objeto del comentario, acertado, del consumidor mientras mueve el café, «otro gilipollas con las frasecitas».
No le faltará razón. Aunque insisto en que la sentencia es buena, muy buena, seamos sinceros. Resume la vacuidad de los propósitos de Año Nuevo. Es como suelo decirles a mis alumnos, «oportet studuisse, non studere» -conviene haber estudiado, no estar estudiando-. Lo que no estuviera en marcha durante noviembre, un mes tan digno de respeto y propuestas como el ensoberbecido enero, que se cree muy chulo por ser el primero ignorante de que lo que le ha dado fama ha sido su famosa cuesta, no arranca ahora ni que se lo pidamos devotamente a Sus Majestades los Reyes Magos de Oriente, la única festividad -bueno, San Antón también- que justifica el arranque de año.
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Enero no es el mes de los propósitos, sino el de los psiquiatras. Con las consultas repletas de depresivos críticos, «doctor, que no he sido capaz. Soy una mierda. El gimnasio, dos días. Sin fumar, dos horas. La dieta, tres cenas. Sin sexo, eso sí, ya llevo dos semanas. Me quiero morir». Propósito este último que afortunadamente tampoco se cumplirá porque entre ansiolíticos y sentido común los proponedores frustrados comprenderán que no es para tanto.
Deducirás, maestro Agudo, que yo soy más partidario de los deseos, consecuencia de lo que por devoto de los Reyes Magos en mí queda de niño. Mi carta de anteayer pedía una cosa muy sencilla: seguir vivo para continuar con lo que me complace. Una película, un beso, un libro. Sobre todo, besos, muchos besos. Que surja la magia -si es mejor o peor decidirán nuestros lectores- de que las teclas produzcan cada sábado, a la sombra de tu magisterio, unas nuevas 'líneas discontinuas'. La cena con Mónica Bellucci, el ascenso del Real Jaén y que tornen a florecer las orquídeas de septiembre lo dejo expuesto por si pudiere ser. Vendrán seguro, Antonio, sin proponérnoslo días de alegrías. Y también de tristeza. Tengo por seguro que sobreviviremos. Suficiente. Por tanto, convengan conmigo, «a los propósitos que les den mucho por saco. Mejor vayamos viviendo».
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