Hay que ver, se nos llena la boca a los españoles de lo aborrecidos que tenemos a los políticos. Que si no son fiables, que si hablan mucho para no decir nada, que si no llegan a acuerdos, que si solo piensan en ellos y ... en sus partidos… Lugares comunes en las redes sociales y en boca de cuñados de todo pelaje. Y cuando, por fin, tenemos a un técnico, a un científico, como portavoz de un asunto gubernamental de la máxima enjundia, despreciamos su análisis profesional y –oh, sorpresa- le exigimos que sea ¡más político! Definitivamente, no hay quien nos entienda.
Escribo esto a cuenta de la penúltima falsa polémica –la última a buen seguro que habrá saltado tras escribir yo esta pieza– que se ha fabricado alrededor de las declaraciones o la vida privada del doctor Fernando Simón, director desde 2012 del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias del Ministerio de Sanidad. Concretamente, de la referida a sus declaraciones en la rueda de prensa del pasado lunes, donde dijo que la cuarentena que el Reino Unido exige a cualquier persona que llegue de España «en cierto modo nos favorece porque desincentiva que venga gente del Reino Unido». Lo cual, además de ser impepinable, refleja la mayor preocupación –podría incluso decirse que la única– que mueve el desarrollo profesional del Dr. Simón: la salud de los españoles y las españolas.
Cuando los partidos políticos de la derecha, la caverna mediática y un ente denominado Mesa del Turismo pusieron el grito en el cielo por semejante 'barbaridad', yo no pude evitar preguntarme por qué despierta tanta animadversión en ciertos sectores el mayor exponente científico de nuestro país en la lucha con la covid-19. Huelga subrayar el comienzo de su polémica frase, «en cierto modo», porque no pretendo convencer a los convencidos sobre la importancia de los matices. Tampoco es necesario traer a colación las circunstancias del camino que nos ha llevado hasta aquí: el confinamiento, el colapso hospitalario, el aplauso a los trabajadores y las trabajadoras de la sanidad pública, las decenas de miles muertos, etc., etc. Porque ese «cierto modo» y ese camino tienen una raíz común: nuestra salud, la salud de todos y todas. Mal representada como ven por la derecha política española, la caverna mediática y esa cosa llamada Mesa del Turismo, cuyos representantes presentes y pasados desprenden un tufo no precisamente progresista. ¿Les suena Abel Matutes? Pues eso.
Pero es que a este señor, al doctor Fernando Simón, le pagamos para que ejerza como científico, para que nos ofrezca datos fidedignos, para que nos dé algo de luz entre tanta oscuridad, para que dirija a un equipo que, en la medida de lo posible, pueda protegernos. No lo tenemos ahí para que diga lo que quieran que diga, como un monigote movido por hilos que manejan instituciones, personas o intereses ocultos. Ya sé que esto es a lo que muchos y muchas están acostumbrados, pero me da a mí que este hombre no es de los que se pliega a sus exigencias. Y se lo están queriendo hacer pagar. Que si se va de vacaciones, que si monta en moto, que si surfea, que si escala, que si pasea sin mascarilla, que si tiene cuernos y rabo, que si come niños en la intimidad… Y, a todo esto, dado el cierto conocimiento que, tras estos meses, tenemos sobre su personalidad, ¿con qué ánimo lo imaginan en su casa cenando con su mujer –también científica- y sus hijos?, ¿triste y meditabundo? Pues no, yo lo imagino con la relajación que otorga una conciencia tranquila. Incluso sonriendo ante alguna de las estupideces que sobre él se dicen y se escriben.
Desde luego, como ven, tiene en mí a un verdadero fan. Incluso, estoy pensando en colocar en la pared de mi habitación un póster suyo junto al de Zidane y Butragueño. Su pose relajada, su voz tranquila, su mirada limpia, su discurso claro y hasta su vestuario me transmiten seguridad y sosiego. De aquí a unos meses –espero y deseo que no demasiados–, recostado en la cama y mirando a esa pared con mis tres ídolos, recordaré la gloria de las ligas, las copas de Europa y la victoria contra el coronavirus. Cerraré los ojos y soñaré con ellas, y el olvido caerá, como siempre cayó, sobre los mediocres y los pobres de espíritu.
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.