Los druidas de La Moncloa
Puerta Real ·
La espada para combatir en la guerra contra el virus mortal no es de acero sino de agua y de jabónEsteBan de las heras balbás
Sábado, 9 de mayo 2020, 22:47
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Puerta Real ·
La espada para combatir en la guerra contra el virus mortal no es de acero sino de agua y de jabónEsteBan de las heras balbás
Sábado, 9 de mayo 2020, 22:47
Cuánto daría ahora por encontrarme con Villar Yebra y su mugrienta gabardina en aquel tabuco de Alhóndiga —¿o estaba en Puentezuelas?—, llamado 'La luna de miel', para tomarnos un vino costa y unas aceitunas aliñás. Me imagino a Enrique sacando de un bolsillo de aquella ... inseparable prenda, siempre en sus hombros de octubre a junio, un puñado de ajos, que eran su medicina, al tiempo que ponía sobre el hule de la mesa el limón con el que se frotaba las manos antes de comer. Porque aquella gabardina podía tener lamparones del tiempo del estraperlo, pero las manos de Enrique Villar Yebra eran unas manos marfileñas, limpias, de dedos largos entre los que se movía el genio artístico de la pintura que le hacía plasmar en sus cuadros los tranvías de Granada.
Me gustaría charlar con él sobre estos tiempos locos de coronavirus. Seguro que tendría una singular teoría sobre la aparición del bicho. Y buscaría una desconcertante solución a la pandemia en aquel sobado libro titulado 'A la salud por el ajo y el limón', que siempre llevaba consigo como si fuera su biblia para el sano yantar. Al terminar su diagnóstico, es más que probable que la conversación virara hacia alguna de sus novias, porque su cuerpo era frágil, pero tan galante que semejaba el vaporoso anuncio del polvo enamorado. He tenido que echar mano del pintor de paisajes, novias y tranvías porque no encuentro ahora ningún otro experto que pueda ayudarnos a saber de qué va este quilombo del Covid-19. Enrique siempre detectaba en su magín extravagantes y pintorescas razones para desentrañar el misterio.
Todos los jóvenes menores de setenta años, que hayan leído algo en su vida, conocen a Astérix, a Obélix la pareja invencible de la tribu que habita esa aldea gala, que no se rinde a Roma. Todos ellos saben también que Panoramix únicamente transmite la fórmula de su poción mágica «de boca de druida a oído de druida». Ahora tenemos doce expertos al servicio de la Moncloa, doce desconocidos Panoramix, que diseñan los métodos más eficaces contra el enemigo invisible. Debe ser gente de lo más cotizada para que el Dux monclovita los haya encapsulado en el apartado de secreto de Estado. No conocemos sus nombres. Tampoco sabemos qué hacen exactamente. De lo que sí estamos seguros es de que la voz de alarma se dio tarde, que la cifra de muertos estremece, que la tasa de sanitarios infectados es inmensa, que la compra de equipos y vestuario fue un desastre, que el decreto de luto oficial ha habido que sacarlo con fórceps, y que los niños ya se lavan más las manos.
De momento, para la guerra contra el bicho solo tenemos mascarillas. Nuestra espada para combatir la epidemia no es de acero toledano, sino de agua y de jabón. Y no es un juego de críos. Tampoco es un juego la amenaza de que llega la mayor recesión económica. Menos mal que el presidente, aunque copiando, se doctoró en Economía. A lo mejor, hasta nos salva. La boyada mansa y sumisa del pueblo fiel queda a la espera.
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