El crecimiento de la economía española en un 0,8% en el tercer trimestre –el doble que la Eurozona– y un 3,4% anual –cuatro veces más– supera de nuevo las previsiones más optimistas, consolida su sorprendente condición de motor de la UE y permite ... sacar pecho al Gobierno. Al fuerte empuje del turismo se le suman ahora un cierto brío del consumo de las familias, de las exportaciones y especialmente del gasto público. La industria, por contra, mantiene un bajo pulso, aunque resiste mejor que en el resto de la Unión. Los datos provisiones del INE son sobresalientes no solo por su magnitud, sino por producirse en un poco favorecedor contexto de debilidad en los países del entorno. Es cierto, sin embargo, que esos indicadores no tienen un reflejo exacto a pie de calle, a lo que probablemente ayudan una vivienda inaccesible para amplios sectores y el abundante empleo con salarios reducidos o a tiempo parcial. Las brillantes cifras macroeconómicas no pueden ocultar esa realidad ni el desafío de afrontar un cambio en el modelo productivo que eleve el peso de las actividades con alto valor añadido y lo haga menos dependiente del turismo, sin desdeñar su importancia.
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