La usurpación del poder por parte de Nicolás Maduro, frente a unas elecciones que a todas luces dieron el 28 de julio la presidencia de Venezuela a Edmundo González Urrutia, es uno más de los golpes perpetrados contra la democracia para disuadir a la oposición ... interna y a la creciente contestación exterior de que alberguen alguna esperanza de un cambio en aquel país. La advertencia lanzada por el presidente impostor en el marco de un «festival mundial antifascista» sobre la disposición de su régimen de tomar las armas delata tanto la naturaleza como la fragilidad de la dictadura. El chavismo no puede hacer concesión alguna en términos de libertades, porque cualquier resquicio en la autocracia echaría abajo un régimen compuesto por personas a las que les es imprescindible ocultar las actas electorales. La naturaleza de su poder está en el fatalismo instaurado dentro y fuera del país a base de frustrar expectativas en la alternancia preconizada por una oposición cuyos líderes y seguidores se han visto perseguidos y anulados, hasta deshacerse del Parlamento surgido de los comicios legislativos de 2015 para convocar otros cinco años después a los que únicamente concurrió el chavismo.
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Por eso, la comunidad internacional no puede verse atrapada hasta la parálisis entre planteamientos como los expuestos por el exmandatario colombiano Álvaro Uribe para una intervención militar en Venezuela bajo mandato de la ONU, tan indeseable como imposible, y la dócil candidez del Grupo de Puebla para con el régimen de Caracas. Puede que el mundo sea capaz de soportar una Venezuela dictatorial, máxime si su petróleo continúa fluyendo hacia los mercados. Es precisamente eso a lo que juegan Maduro. Mantenerse durante seis años más en la seguridad de que las sanciones personales que impongan EE UU y la UE no les persuadirán de renunciar al poder ni de avenirse a una transición democráticamente homologable.
El tándem que forman Edmundo González Urrutia y María Corina Machado no puede desfallecer, y los grupos de oposición han de hacer un esfuerzo especial de unidad. No sea que se cronifique el 'síndrome Guaidó'. Porque si de nuevo el chavismo logra ningunear a sus detractores deteniéndolos, empujándolos al exilio, persiguiéndolos también fuera de las fronteras de Venezuela y mofándose continuamente de su impotencia, una autocracia de envergadura se habrá instalado en Latinoamérica invitando a todos los ciudadanos de la región a que desprecien las urnas.
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