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Sería Indalecio Prieto el socialista que mejor representaría la defensa ideológica y política de la unión entre el socialismo y el liberalismo, fusión que daría tiempo después aquello conocido como socialdemocracia y que representó la más alta moralización política y efectividad democrática tras la II ... Guerra Mundial. Ser socialista a fuer de liberal, como exponía Prieto, asumía la función absolutamente imprescindible para que los sistemas democráticos iniciales se convirtiesen en democracias plenas o poliarquías, como las definiría posteriormente Dahl. Sin el componente liberal habría sido mucho más costoso- aunque no creo que imposible- el pluralismo político y de libertades que ha caracterizado en el último medio siglo a la civilización occidental. De ahí que partiendo de esta unión deseable e imprescindible, se comprenda mejor la deriva totalitaria, iletrada y liberticida de esta izquierda populista del siglo XXI que solo se diferencia entre sí en su graduación de la naturaleza autoritaria intrínseca y su capacidad en el acceso al poder. Obviamente comparten dos aspectos esenciales: su odio al liberalismo y su clara obsesión por el control de los medios de educación, más allá del sistema educativo.
Es cierto que tradicionalmente una de las principales aspiraciones de la izquierda era la completa alfabetización de la sociedad y posterior universalización del acceso a la Universidad de todos los jóvenes que quisieran seguir estudiando. En otras palabras: se buscaron leyes y métodos para que la razón de cuna o económica no impidiese a ningún ciudadano llegar tan lejos como pudiera o quisiese. La derecha, en este sentido, se opuso como pudo a la educación universal porque sabían que cuanto más analfabeto fuese alguien, más fácilmente manipulable era. Y, por aquella época, los grandes caciques eran todos de derechas. Décadas más tarde nos encontramos con un panorama radicalmente distinto: la izquierda más moderna se empeña en rebajar todo lo que pueda la calidad educativa y la cultura del esfuerzo y del mérito, mientras que la derecha busca defender la autoridad de los profesores y la exigencia en la enseñanza. ¿Por qué? Porque hace años que la izquierda ha renunciado a la escuela para centrarse en el mejor medio para la servidumbre ciudadana, que es la manipulación permanente a través de los medios de comunicación. El populismo de Podemos y del sanchismo han aprendido, perfectamente, que la base para la hegemonía política es la imposición cultural, y no necesitan elaborar ninguna teoría porque ahí tienen el ejemplo de Cataluña.
Así, por ejemplo, uno de los humoristas progres más afamados se permite el lujo de bromear y blanquear en la SER los campos de concentración de homosexuales en Cuba, mientras la mayoría de periodistas y políticos de izquierdas no condenan -cuando no justifican- que acosen violentamente a una candidata de Ciudadanos, a punto de dar a luz, llamada Villacís y aspirante a la alcaldía de Madrid. Aquí aparecen, entonces, los grupos más radicales de la izquierda populista que se encargan de dar dosis adecuadas de violencia -'jarabe democrático' lo llamaba Pablo Iglesias- a las candidatas -casi siempre mujeres- de la extrema derecha de Ciudadanos o del PP, ya sea a Cayetana en Barcelona o a Villacís en la capital. Carmena, esa mujer adorable que posa llena de ternura junto al farsante bolivariano de Errejón dijo el día anterior al acoso de la PAH que su rival de Ciudadanos era de extrema derecha y, televisivamente, afirmó en una entrevista que a ella los escraches le parecían bien: «me parecen bien, así de claro, me parecen bien». Dentro de este juego tan perverso como peligroso para nuestra convivencia, el sanchismo es el que mejor juega sus cartas, porque deja el trabajo sucio a los radicales mientras ellos asumen su papel de moderados pero nunca al lado de las víctimas y los acosados, que en el fondo se lo merecen porque son la extrema derecha, sin más.
Cuando Rawls elaboró su teoría del velo de la ignorancia, ignoraba que en la actualidad hay gente dispuesta a jugar con todo lo de los demás para lograr ser ellos los que se lleven las ganancias y, por supuesto, paguen siempre los demás cuando pierdan lo jugado. El drama es que ni siquiera juegan con nuestro dinero, que también, sino con nuestro futuro, nuestras libertades y nuestra democracia.
Hay una frase de Ernest Renan pronunciada en 1882 que ilustra, de manera inmejorable, la situación que afrontamos en la actualidad: «el medio de tener razón en el porvenir es, en ciertas horas, saber resignarse a estar pasado de moda». De la derecha no podemos esperar que salgan a defender la esencia del liberalismo moral y político porque andan muy perdidos buscando el centro; y en la izquierda no encontramos a nadie dispuesto a estar pasado de moda y que piense en el porvenir. En el porvenir general, claro está, no solamente en el suyo, que para eso ya tenemos al de la tesis falsa y al de la mansión en Galapagar bien real.
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