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La Transición ha sido la mejor página y el mayor logro de nuestra historia. Ya sabemos que para Ibarretxe hace 2 mil años existían el País Vasco y Cataluña, siguiendo la estela del rh negativo que el racista jesuita de Arzallus explicó cuando estaba en ... vida recogiendo las nueces de ese árbol que agitaba la ETA. Pero si atendemos a historiadores prestigiosos y dignos de tal nombre, España es de los estado-naciones más antiguos e históricos de Europa. Llama la atención como cierta izquierda y todo el separatismo totalitario se empeña en negar la realidad nacional de un destino común a partir de la reconquista y la unión de las coronas de Castilla y Aragón, advirtiéndonos que los Estados como tales entonces no existían y que Colón descubrió América en nombre de un ente abstracto y difuso. Eso sí, cuando se inventan la estupidez del genocidio de los indios habitantes de aquellas tierras no tienen reparo en asegurar que fueron los españoles.
La cuestión es que tenemos un grupo considerable de políticos en el Congreso de los diputados- mayoría se podría decir- que trabajan abiertamente para borrar y deslegitimar esa transición: el sanchismo porque quiere reescribir la historia y ganar la Guerra Civil, y los separatismos porque trabajan y se dedican noche y día a destruir y triturar la Constitución del 78 que se fundamenta en la indisoluble unidad de España. ¿Cuál es el principal enemigo de los herederos de Pujol y Arzallus? Sin duda, la figura del monarca español, ayer Juan Carlos I y hoy Felipe VI. Sin el papel decisivo de la monarquía, la democracia habría tenido muchos más problemas y dificultades para llegar, y en la actualidad, probablemente, estaríamos inmersos en una disolución de España hacia unas repúblicas ibéricas confederadas. Otra cosa es que esta colección de políticos modernos y mediocres que sostienen y alimentan a varias generaciones perdidas de jóvenes semianalfabetos se muestren incapaces de proponer un futuro que no sea otra cosa que la negación y el derrumbe del pasado.
Hace pocos días terminaba el proceso de salida de la vida pública de Juan Carlos I, que tuvo su momento clave en la abdicación justo en el límite del cambio de paradigma de nuestra vida política y parlamentaria. La decisión que se tomó entonces fue absolutamente acertada y a tiempo, porque es de imaginar el circo que se habría montado en el Congreso de los diputados y en los medios si hubiese llegado el debate del traspaso de la Corona de Juan Carlos I a su hijo con Podemos y demás colección de populismos totalitarios anti españoles buscando unos acabar con la monarquía y otros liquidar la nación. Una vez pasados los años hemos conocido el papel decisivo de Rubalcaba como hombre de Estado en su último servicio en activo. Digo esto porque se ha escrito que podría haberse dado una especie de conato o frenesí republicano en el socialismo si el ex ministro del Interior no hubiese jugado su papel de firme director. Yo, particularmente, dudo que alguno se hubiese atrevido a utilizar una cuestión de Estado tan delicada como una abdicación para remover las aguas a su interés personal, pero visto después cómo ha degenerado el partido socialista, quizás esta opción era un peligro bastante real.
Una de las frases favoritas de cierta izquierda trasnochada que se etiqueta republicana sin saber qué significa la república una vez desarrollada la democracia, es que Juan Carlos I es el Rey «que puso Franco2. Y, realmente, fue así. Lo que no se dan cuenta es que lejos de descalificar al Rey emérito lo que hacen es reconocerle al dictador un mérito a lo mejor involuntario en la llegada de la democracia tras el franquismo; Franco no habría podido elegir a un Jefe de Estado más decidido ni determinado a implantar en este país un sistema pluralista y liberal. Como estos jóvenes populistas que se creen de la izquierda más radical y más pura no saben nada de Historia, ignoran que fueron precisamente los franquistas 'de pata negra', los del famoso búnker, los que insultaban y despreciaban a Juan Carlos I llamándolo traidor por haber jurado los principios del Movimiento para después derribar la dictadura y traer la democracia.
En la vida del Rey emérito han existido capítulos a título personal poco edificantes, por no hablar del daño que el trato inexplicablemente privilegiado de la Justicia a la infanta Cristina le hizo a la imagen de la Corona. Pero, indudablemente, la Corona es un bien mayor que ha sostenido y sigue sosteniendo una realidad histórica y nacional llamada España y que entonces elementos reaccionarios quisieron poner en jaque con un golpe de Estado que nadie discutió como golpe de Estado; y que ahora «representantes democráticos» en Cataluña han intentado liquidar con un golpe de Estado que determinados partidos y medios se empeñan en negar con tal de dulcificar o preparar el terreno para futuros pactos de poder, que es la única patria real para muchos. Mientras resista la Corona, seguirá resistiendo España, de ahí que la república sea la propuesta disfrazada de los que quieren el fin de este país tal y como hoy lo conocemos.
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