Me mandan una foto de un paso de la Semana Santa de Sanlúcar. Es una recreación de la Última Cena en la que uno de los apóstoles está en pie con una bandeja de langostinos en la mano. La bandeja es un modelo en alpaca ... de esos que las madres ponían en la mesa de Navidad. Sonrío pensando que muy bien podría ser real. Las personas que se ocupan de los santos y las vírgenes tienen una veneración surrealista por las esculturas, a las que visten y desvisten, peinan y perfuman como si se tratara del juego de unos niños con un ejército de muñecas. Es imposible saber si el documento proviene de un devoto de la inteligencia artificial o es fruto del gracejo incomparable de los andaluces y de su relación con las vírgenes y los nazarenos.

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La historia de los dioses ha zarandeado a la humanidad desde la noche de los tiempos. Tener un territorio celestial encima de tu cabeza es un patrimonio mucho mejor que tener casa en un pueblo. Nada hay tan seductor en esta perra vida como no sentirte solo, o hacerlo apadrinado por el rey del universo, cuyo poder comprende materializar lo posible y lo deseable. Los dioses del Olimpo fueron los primeros en confeccionar telenovelas con guiones, que un humano nunca osaría escribir, semejantes a las que aparecen estas semanas en las portadas de las revistas del corazón.

El amor en la era de los dioses dio lugar a historias y nacimientos insospechados. Afrodita era una mujer tan hermosa que se sintió celosa de Psique, por eso mandó a su hijo Eros para que le lanzara una flecha que haría que se enamorara del hombre más feo del mundo. Eros y Psique se enamoraron, y tuvieron un hijo llamado Hedone que representa el deseo sexual. Zeus, el padre de todos los dioses griegos, tuvo muchas aventuras, y no solo con diosas sino también con mujeres mortales. En una de sus correrías se prendó de Sémele, hija del rey de Tebas. Pero él estaba casado con su hermana Hera, que era muy celosa. Tras muchos dimes y diretes el dios mató a su amante cuando estaba gestando a su hijo, y ni corto ni perezoso lo prendió a su muslo hasta que nació.

Gracias a esta técnica de reproducción asistidísima el niño se convirtió en un dios de pleno derecho. El nombre del vástago fue Dioniso, que significa 'dos veces nacido' y que representa las propiedades de la fertilidad y el vino. Dioniso fue considerado hijo de Zeus y Sémele, nieto de Harmonía y bisnieto de Afrodita y Ares. Evoco la mitología griega para que mis lectores recuerden el refrán de «no era nada lo del ojo y lo llevaba en la mano».

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