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A Paco Cuenca se le atragantó hace unos días una tapa y le produjo un cacao mental transitorio. No necesitó asistencia médica, pero sus efectos ... secundarios soliviantaron al gremio hostelero y a su clientela toda la semana. Si se armó tal pifostio por una simple tapa, imagínense lo que pueden dar de sí las empanadas mentales que se avecinan. Amenazan con derivar en pandemia. Otra plaga nueva, distinta de la covid. En el ambiente se percibe el aroma del incienso mezclado con esta infección generalizada. Afecta a varias áreas del Ayuntamiento, donde no solo dilatan 'sine die' los problemas, como venía siendo habitual, sino que 'motu proprio' crean otros nuevos. ¡Huy!, perdón, qué estoy usando latinajos y eso chirría en el nuevo bosque pedagógico. Decía que en el Ayuntamiento brotan problemas y comités 'ad hoc'. Vaya, otra vez se ha colado Cicerón. A ver si arranco de una vez, que no está la Magdalena para tafetanes. Tampoco está nuestra bandera para verse colgada boca abajo en la cena del sultán marroquí con el doctor Sánchez…, pero eso es otra historia. También vergonzosa, pero otra historia más en el 'debe' de este presidente, con fama de gran matemático porque suma fracasos, resta bienestar, multiplica problemas y divide al país.
En fin, vamos a lo que vamos, que me enrollo como las persianas. Resulta que hace diez años, cuando en los centros neurálgicos de esta ciudad aún había gente sensata y con criterio, un grupo de empresarios propuso ubicar la estación del tren en la Azucarera de San Isidro. Era un buen proyecto y, como era bueno, fracasó. No voy a entrar en el interminable culebrón que siguió a esta propuesta. El caso es que ahora, el equipo redactor del plan urbanístico de Granada –al que podríamos denominar 'comité de expertos'– plantea que la estación se ubique frente al Hipercor, al otro lado de la Circunvalación. Por si lo han olvidado, les recuerdo que este tramo de la autovía levantó mucha polvareda durante su construcción por cuestiones cuya sola enumeración llenaría toda esta columna. Regía entonces los destinos capitalinos Antonio Jara y prometió –palabrita del niño Jesús– que no se edificaría nada al otro lado para preservar la castigada Vega. Al poco tiempo, el propio Ayuntamiento levantó en ese terreno vedado, en la Huerta del Rasillo mismamente, el cuartel de la Policía Local.
Y ahora, también desde el Ayuntamiento, proponen que la nueva estación se ubique ahí, en el lado reservado a las lechugas, habas y otras hortalizas. No me negarán que este cambio de agujas y de criterio, que ahogará aún más la Vega, tiene un cierto aroma de empanada; eso que algunos denominan cacao mental. Hay más empanadas, de las que hablaré otro día, pero, aunque importantes, no soliviantarán a la ciudadanía tanto como la opinión del alcalde sobre las tapas.
Hay que aceptarlo. Armó más revuelo el tortazo de Will Smith en los Oscars que los obuses de Putin sobre Ucrania. A esta sociedad líquida le va la farfolla y no el meollo. Estamos en Semana Santa y solo le preocupa que si llueve se chafen las procesiones o el almuerzo en el chiringuito. Lo de la estación del tren ya se irá viendo. Total, esto empezó en 2008 a propósito del soterramiento de la vía por La Chana. Si han pasado catorce años mareando la perdiz, a quién va a extrañar que pasen otros catorce discutiendo sobre el tema. Para los ritmos de Granada esto es un suspiro. Lo que tardas estos días en comerte una torrija.
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