Todo empantanado y a peor
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El ingreso mínimo vital no llega mientras crecen las colas ante San Juan de Dios para recibir alimentosEl hombre era viajante de profesión. Recorría con su Renault 4.4 aquellas infames carreteras de nuestra infancia. Al llegar a un pueblo, a media mañana, encontró a la gente escuchando en la plaza a un baranda que hablaba de las obras que se realizaban ... en un determinado municipio y prometía lo mismo para ellos. El viajante gritó que era mentira y de inmediato lo rodearon los agentes de la autoridad Cuando pudo volver a tomar el uso de la palabra, ya en el cuartel, nuestro hombre aclaró que había pasado el día anterior por la localidad mencionada y allí no se veía ninguna maquinaria. El cabo de la Benemérita se atusó el bigote y le espetó: «A ver si viajamos menos y leemos más periódicos». El chiste nació en los primeros años del franquismo y sigue vigente. Ahora el personal lee y viaja de otra forma, a través de las redes. Eso les permite comprobar la cantidad de trapacerías que esconden las homilías gubernamentales. Cualquiera puede comprobarlo, si prescinde de esas anteojeras, que como obedientes mulos, se colocan al amanecer los cantamañanas, turiferarios, cobistas y pelotas del gobierno silente.
A primeros de agosto el presidente, en cuanto creyó tener amarrada la pasta que nos va a dar Europa, se fue de vacaciones y en todo el mes solo hemos disfrutado de su presencia virtual un par de veces; una de ellas en Mallorca, cuando acudió al obligado despacho con el jefe del Estado –donde el codazo que dirigió al Rey como amago de saludo quedó sin correspondencia–, y hace unos días cuando revestido de traje oscuro, como de 'capillita' en duelo, anunció que dejaba el asunto de la Covid-19 en manos de los chicos de las autonomías para que ese toro lo trasteen los subalternos, mientras desde el burladero observa la faena, junto a Inés Arrimadas, que ejerce las funciones de moza de espadas.
Total: que los gobiernos europeos nos han puesto los cuernos y los turistas no quieren saber nada de nuestras playas y nuestros espetos; que la apertura de los bares de copas duró menos que los hielos en el güisqui; que los profesores no saben si, aparte de la docencia, les van a caer las funciones de enfermeros; que los acogidos a los 'ertes' ignoran qué van a ser de ellos; que los sanitarios en vez de escuchar aplausos empiezan a recibir tortazos; que a los solicitantes del ingreso mínimo vital tampoco les llega ninguna respuesta a su impotencia y su angustia… y que las colas para recibir comida en San Juan de Dios se triplican. Para cerrar el círculo, ya tenemos cifras de contagios similares a las de marzo.
Llegamos a septiembre como los malos estudiantes con todo pendiente, empantanado, sin nada aprobado y sin nada estudiado. Sánchez, Iglesias y Cía esperan que esas nimiedades las arregle el tiempo. Les basta con recetar mascarillas para todos, aunque en buena parte de Europa los niños no las lleven, y prohibir el tabaco. Se palpa en el ambiente un halo de fin de ciclo, En Moncloa quizá lo achaquen a la bajada de las temperaturas. Yo empezaría a preocuparme por la deriva del viento.
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