Mis encuentros con Irene Rivas
Su coherencia ética y su energía vital me acompañarán siempre. Su entrega a los pacientes y su generosidad infinita, también
dr. José Luis Bimbela
Granada
Sábado, 5 de junio 2021, 08:59
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dr. José Luis Bimbela
Granada
Sábado, 5 de junio 2021, 08:59
Mis encuentros con Irene Rivas, enfermera y amiga, se remontan a los tiempos de la epidemia del vih/sida. Corrían los años 90 del siglo pasado, yo acababa de llegar hacía poco tiempo a Granada para trabajar en la Escuela Andaluza de Salud Pública (EASP), ... y en uno de los primeros cursos en los que participé como docente se unían dos disciplinas que hasta ese momento no habían trabajado juntas en salud pública y que, tanto antes como ahora, denominamos utilizando las palabras inglesas originales: marketing y counselling. En esos tiempos, el curso se enfocaba hacia la consolidación de hábitos saludables frente a la transmisión del vih/sida. Recuerdo ediciones en Barcelona (Colegio de Psicólogos). Y en Menorca (Escuela de Verano de Salud Pública). Allí conocí a Irene.
Irene era una alumna del curso y, desde el primer momento, sus aportaciones y propuestas me llamaron la atención. Por su compromiso y valentía. Por su crítica constructiva y su apasionamiento. El curso acabó; y el día de la vuelta a casa cayó tal tormenta en la isla que fue imposible conseguir un taxi que me acercara al aeropuerto. Irene, enterada del problema, se ofreció a llevarme. Llegué con tiempo para coger el vuelo; pero la lluvia, torrencial, impidió durante horas que los aviones despegaran. Pasamos ese tiempo en la cafetería del aeropuerto. Nos contamos las respectivas vidas. Y nos hicimos amigos para siempre.
Yo había visitado con frecuencia Menorca cuando vivía en Barcelona. Amaba sus paisajes. Sus playas y sus bosques. Sus vientos. Sus soledades. Y la había disfrutado mucho. Alayor, Ciudadela, Mahón, Mercadal, Fornells, Binibeca, Es Castell… Nombres que me traían a la memoria maravillosos recuerdos. Recuerdos que yo compartía con Irene y que nos acabaron convirtiendo en una curiosa especie de 'mutuos asesores vitales'.
Volví otras veces a dar clases en cursos de la Escuela de Verano. Era fantástico subir a una barca para llegar al lugar donde se realizaban las actividades formativas: el Lazareto frente al puerto de Es Castell. Irene hacía de apasionada cicerone en estas visitas. De su mano y de su generosidad descubrí restaurante y calas, miradores y chiringuitos. Atardeceres. Los respectivos amores y desamores eran uno de nuestros temas favoritos de conversación. Tiempo después, y por motivos familiares, Irene volvió a su tierra natal (Valencia). A partir de entonces, los encuentros se produjeron de forma más esporádica aprovechando las fiestas de las Fallas (San José, mi santo). Esas visitas 'valencianas' tenían un componente gastronómico muy estimulante. Descubrir nuevas viandas se convirtió en una de nuestras actividades preferidas. Nunca olvidaré el 'All i pebre de anguilas' del restaurante El Carranc, en El Perellonet. Y aún conservo (y utilizo) los baberos de tela que nos regalaban en cada visita para que pudiéramos comer sin demasiados riesgos para nuestras ropas.
Poco a poco, los encuentros se fueron espaciando en el tiempo. Una vez al año, cada dos años. Eso sí, nos quedaron nuestras maratonianas sesiones telefónicas en las que nos poníamos al día y hablábamos de lo humano y de lo divino. Y nuestro intercambio de christmas 'creativos' en Navidad.
Nunca olvidaré a Irene Rivas. Su coherencia ética y su energía vital me acompañarán siempre. Su entrega a los pacientes y su generosidad infinita, también. Y me siguen conmoviendo. A ella le dedico, con todo mi corazón, las recomendaciones de este mes: Miguel Gil ('Mire la mar') por ese mar Mediterráneo tantas veces compartido; y Julio Bustamante ('En el nombre del gato'), por nuestra rebeldía ante la apatía y la tristeza.
También quiero dedicar este último artículo al personal de enfermería; entregado cada día, en cuerpo y alma, al cuidado de la ciudadanía. Además, se lo dedico a ustedes, amables lectores y lectoras que me han seguido durante más de dos años desde estas páginas. Ha sido una experiencia maravillosa. Creativa y gratificante. Esto es un hasta pronto. Lleno de agradecimiento. Gracias, gracias, gracias.
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