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El engaño masivo a la generación de la posguerra

Tribuna ·

Lo terrible de todo es que pasando el tiempo nos damos cuenta que la democracia no acaba con la corrupción, las injusticias ni con las ilegalidades ni mejoramos como individuos

Manuel E. Orozco Redondo

Sábado, 30 de enero 2021, 00:59

La generación de la posguerra se educó engañada sobre su historia reciente. Nos educamos y nos educaron con grandes carencias de nuestra gran historia. Era muy poco lo que se sabía del desastre del republicanismo ni de sus personajes. En aquellos momentos, todo eran deseos ... de cambio, sin saber lo que se hizo ni por qué se destruyó una «esplendorosa república», cuando no era tal. No sabíamos nada de Ganivet, el iluminado granadino, que nos advirtió del peligro de la modernidad socialista, con la que aparecerán los demagogos y totalitarios de los años veinte y treinta. En los años sesenta y setenta, como ignorantes y manipulados por los que buscaban en la política lo que el franquismo les impedía: protagonismo y vivir de la política. España vivía en paz, pero aquellas generaciones buscaban la democracia. Hemos vivido durante 40 años bajo la sombra de Federico García Lorca y de todo lo negativo de España, mientras se ocultaba todo lo que habían hecho los comunistas y, sobre todo, el PSOE en su obstinación por destruir la república burguesa en busca de su ansiada revolución soviética de Lenin y Stalin, seres terribles. Las referencias políticas eran totalitarias, de un signo o del otro. Los socialistas escondían, con la complicidad de los liberales y las derechas, lo que hoy sabemos que han hecho para desgracia de los españoles. Las fuerzas no socialistas nunca han comprendido que las izquierdas nunca los van a aceptar, pero son complacientes con la superioridad moral de ideología que combaten. Así, colaboraron en la caída de Alfonso XII, pero pronto se dieron cuenta de su error. Lo terrible de todo esto, es que pasando el tiempo, nos damos cuenta que la democracia no acaba con la corrupción, las injusticias ni con las ilegalidades ni mejoramos como individuos. Todos eran deseos en el aire, pero que llenaron de ilusión a una generación en la más espantosa ignorancia de lo que supuso aquella república. Nada se sabía de las acciones de Indalecio Prieto ni de los vándalos quemando iglesias y bibliotecas y, mucho menos, de la revolución de Asturias y lo que supuso, para aquella España, las huelgas revolucionarias, pero aceptadas por ser causas justas para la llegada la democracia popular. Nada sabíamos de los desencantados como los de Ortega y Gasset, Pérez de Ayala o Gregorio Marañón, Lerroux que, desde Portugal, se alió con Franco, etc. Nada sabíamos de los arrepentimientos de muchos de los que participaron en aquel desastre pro-comunista, pues, como decía Aristóteles, «un montón de gente no es una república». Nada se sabía ni nadie nos lo contó, lo cual es una irresponsabilidad de nuestros profesores de historia y medios de comunicación, de lo que pasó en las españas republicanas que regaron de guerras nuestro territorio, puesto que dejaron al pueblo indefenso con sus teorías e imposiciones. Deberían habernos contado lo que hizo Estanislao Figueras cuando se dio cuenta de la imposibilidad de gobernar con los republicanos; así presidiendo un Consejo de Ministros gritó en catalán: «Señores, ya no aguanto más. Voy a serles franco: ¡estoy hasta los cojones de todos nosotros!». Tan harto estaba, que el 10 de junio de 1873 dejó, disimuladamente, su dimisión en su despacho y se marchó como hacen todos los republicanos a París. Nada nos dijeron de los robos de Prieto ni de sus arrepentimientos: «Pocos españoles de la actual generación están libres de culpa por la infinita desdicha en la que han sumido a su patria. De los que hemos actuado en política, ninguno». El mismo Lerroux, que era republicano, se atrevió a decir: «No todos los republicanos son canallas, pero casi todos los canallas son republicanos». Nadie nos contó, ni se les creía, el desencanto de los que colaboraron en derribar la monarquía para tener que decir: «No es esto, no es esto», de Ortega, o lo que dijo Gregorio Marañón: «¡Qué gente! Todo en ellos es latrocinio, locura y estupidez. Han hecho hasta el final, una revolución en nombre de 'caco y de caca'. Bestial infamia de esta gentuza inmunda. Tendremos que estar varios años maldiciendo la estupidez y la canallería de estos criminales, y aún no habremos acabado. ¿Cómo poner peros, aunque los haya, a los del otro lado? Horroriza pensar que esta cuadrilla hubiera podido hacerse dueña de España. Sin quererlo siento que estoy lleno de resquicios por donde me entra el odio, que nunca conocí. Y aún es mayor mi dolor por haber sido amigo de estos (o todos) escarabajos».

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