Laicidad y laicismo en un Estado aconfesional
Una sociedad laica, y al margen de la fe y de su vivencia, necesita de los conocimientos religiosos para entender nuestra cultura
Enrique Gervilla
Domingo, 16 de febrero 2025, 23:16
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Enrique Gervilla
Domingo, 16 de febrero 2025, 23:16
«Ninguna confesión tendrá carácter estatal. Los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de ... cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones». (Constitución Española, art. 16,3)
El pasado domingo 15 de diciembre, en la isla de Córcega, el Papa Francisco clausuró el congreso sobre la «Piedad Popular». En su conferencia abordó el tema de la «laicidad» sumándole el adjetivo «sana», rechazando todo «laicismo».
«Laicidad» según el Diccionario de la lengua española es el «principio que establece la separación entre la sociedad civil y la sociedad religiosa». Ello significa una neutralidad ante las diferentes confesiones religiosas de los ciudadanos. La palabra laicidad viene del griego «laos» que significa pueblo, de la que viene «democracia». Una sociedad laica es, pues, una sociedad regida por el pueblo, y no por poderes sagrados.
Según el Papa Francisco el concepto de laicidad. «Es necesario desarrollarlo para que sea capaz de adaptarse a situaciones diversas para una constante colaboración entre las autoridades civiles y eclesiásticas para el bien de la colectividad dentro de los límites de sus propias competencias para el bien de la colectividad».
En consecuencia, bajo el concepto de sana laicidad, no debe haber oposición alguna entre la cultura cristiana y la cultura laica.
El debate no es nada nuevo, pues ya el Papa Pío XII abrió el debate terminológico en un discurso pronunciado el 23 de marzo de 1958 en el que argumentó cómo pertenece a la tradición católica la idea de una «sana laicidad», entendida como «el esfuerzo continuo para tener separados y al mismo tiempo unidos los dos Poderes» (político y religioso), en el respeto que merece la distinción entre Dios y el César.
Tierno Galván, siendo alcalde de Madrid y agnóstico reconocido, consideró que la separación entre Iglesia y Estado no le obligaba a quitar el crucifijo del Ayuntamiento de Madrid, como algunos le pedían, puesto que se trata del recuerdo de un hombre bueno que fue víctima de los poderosos de la tierra.
El laicismo, por el contrario, es la «doctrina o corriente ideológica que promueve una completa independencia del Estado respecto de cualquier instancia religiosa. Implica la exclusión del factor religioso del ámbito público, relegándolo a la esfera estrictamente privada de la conciencia individual», considerándola peligrosa para la convivencia.
Esta peligrosidad conlleva hoy una persecución en algunos países, pues según la Lista Mundial de la Persecución (LMP), los cristianos son perseguidos en muchas partes del mundo. De hecho, dos de cada cinco cristianos en Asia sufre persecución a nivel muy alto o extremo; en África se trata de un de cada cinco y en América Latina uno de cada 16.
Una sociedad laica, y al margen de la fe y de su vivencia, necesita de los conocimientos religiosos, para entender nuestra cultura, pues la pintura, la escultura, la arquitectura, la música, la literatura de la Antigüedad, de la Edad Media y buena parte de la Contemporánea, son narraciones y representaciones de contenido religioso: vidas de santos, escenas bíblicas, imágenes de sacramentos, de procesiones, retratos de papas y obispos, etc.
En concreto, no entenderá una visita en el Museo del Prado y en tantos otros museos, ni el estilo de cualquier catedral, ni la iconografía religiosa, ni múltiples textos literarios, e igualmente el contenido de múltiples canciones, etc. Sin conocer la Biblia no es posible leer con pleno sentido a Lope de Vaga, a Santa Teresa, a San Juan de la Cruz, ni admirar los cuadros de El Greco o las vidrieras del pintor ruso Marc Chagall, o bien escuchar los oratorios de Bach o Hayd, etc.
No menos importantes son tales conocimientos en la vida social pues el calendario actual se fundamenta en santos y fiestas religiosas populares, costumbres y modos de vida, creencias y ritos cristianos.
E igualmente muchas tradiciones y costumbres: la Navidad con sus villancicos y escenificaciones, la Semana Santa con multitud de imágenes en las calles, la fiestas patronales de pueblos y ciudades, etc.
En consecuencia, pues, los conocimientos religiosos forman parte de la formación integral de los alumnos, conducentes a una mejor y mayor personalización, culturización y socialización.
1. La «laicidad» es el concepto que establece la separación entre la Iglesia y el Estado, por lo que es neutral ante las diferentes confesiones religiosas de los ciudadanos, la distinción entre Dios y el César.
2. El laicismo, por el contrario, implica la exclusión del factor religioso del ámbito público, relegándolo a la esfera estrictamente privada, considerándola peligrosa para la convivencia.
3. Al margen de la fe y de su vivencia, la cultura occidental está fundamentada de conocimientos cristianos, por lo que la ignorancia de las mismas ocasiona una ignorancia cultural.
4. No menos importantes son tales conocimientos en la vida social, pues el calendario actual se fundamenta en santos y fiestas religiosas populares, costumbres y modos de vida, creencias y ritos cristianos, etc.
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