El valor supremo de la paz
«Las guerras nacen en la mente de los hombres, es en la mente de los hombres donde hay que edificar los baluartes de la paz» (UNESCO)
Enrique Gervilla
Lunes, 1 de enero 2024, 23:08
Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
Enrique Gervilla
Lunes, 1 de enero 2024, 23:08
Es suficientemente conocido el adagio latino: «Si quieres la paz, prepara la guerra». De este modo, la fuerza potencial de la guerra parece ser el camino, y hasta único camino, para lograr la paz. La consecuencia de ello ha sido una historia llena de enfrentamientos ... y violencia. La humanidad, desde Caín y Abel, ha sido la historia de conflictos dolorosos de unos contra otros. Hemos aprendido más y mejor a estar en 'contra' del prójimo, que a estar 'con' nuestros semejantes.
La Historia que, en tiempo no lejanos, estudiamos en los centros de enseñanza quedaba reducida a guerras entre reinos y naciones. La actual configuración de países y nacionalidades es el resultado de tales enfrentamientos. Todo un contrasentido: los seres humanos deseamos la paz y, sin embargo, la historia de la humanidad es de una permanente guerra.
La R.A.E. nos ofrece un doble sentido de la paz, uno personal:
1) «Estado de quien no está perturbado por ningún conflicto o inquietud». Es un sentimiento de tranquilidad interior consigo mismo, sinónimo de sosiego, quietud, serenidad.
Y otro social: 2) «Relación de armonía entre las personas, sin enfrentamientos ni conflictos», sinónimo de: concordia, armonía, amistad, unión, entendimiento…
En este doble sentido entendió la paz el pensador chino Confucio: «Si no estamos en paz con nosotros mismos, no podemos guiar a otros en la búsqueda de la paz». Y también Nelson Mandela: «La paz no es simplemente la ausencia de conflicto; la paz es la creación de un entorno en el que todos podemos prosperar».
La paz es un valor supremo, pues posibilita la existencia de otros múltiples valores personales y sociales: alegría, fraternidad, justicia, educación… La paz es construcción; la guerra, por el contrario, es destrucción personal, material y social.
La paz, pues, no se consigue mediante la guerra, ni potencial, ni real, sino mediante la paz. Como ya afirmó J. Krishnamurti, en oposición al adagio latino, la paz es el camino y es también la meta.
El concepto de paz es mucho más que la ausencia de guerra. Por supuesto que no hay paz en tiempos de guerra, pero tampoco hay paz con el miedo, la envidia, el deseo desmesurado de tener, el ansia de poder, el remordimiento de la conciencia...
El papa Juan XXIII, el 11 de abril de 1963, hace ahora 60 años, publicó una encíclica con el título 'Paz en la Tierra»' En ésta afirma que la paz verdadera no es sólo la ausencia de guerra, ni la paz de las dictaduras, ni la paz de los cementerios, pues el fundamento de la paz reside en los valores de «la verdad, la justicia, el amor y la libertad».
Para que tales valores sean realidad es necesario la vivencia de los Derechos Humanos, sin los cuales la paz no será guerra violenta, pero tampoco es la paz humana y humanizante.
«El hombre tiene derecho a vivir. Tiene derecho a la integridad física y a los medios necesarios para el buen desarrollo de la vida, en particular la alimentación, el vestido, la vivienda, la atención médica, el descanso y, finalmente, los servicios sociales necesarios. En consecuencia, tiene derecho a ser atendido en caso de enfermedad; discapacidad derivada de su trabajo; viudez; vejez; el desempleo forzoso; o cuando, por causas ajenas a su voluntad, se le prive de los medios de subsistencia». (Pacen in Terris, nº 11).
Amnistía Internacional sigue denunciando la pobreza en el mundo: los millones de personas que mueren de hambre, que no tienen acceso al agua potable, de niños sin escuela, de mujeres que mueren a causa del parto, y un largo etc. En tales situaciones es imposible la verdadera paz. Tales violaciones tienen un denominador común: la falta de reconocimiento de la dignidad del ser humano.
La educación, que es la formación humana, siempre con una finalidad, es un medio privilegiado para la consecución de la paz personal y social. J. Krishnamurti dejó constancia de ello en sus múltiples escritos:«El establecimiento de la paz es la verdadera educación, pues ambas consisten en la transformación, en la mutación de la conciencia humana, que es la liberación del yo. Esta es la revolución que cambia el mundo. El corazón del problema es la educación».
Esta transformación humana es inseparable de la felicidad: «Si comprendemos que sólo puede haber paz y felicidad para el hombre mediante la verdadera educación (...) entonces le dedicaremos toda nuestra vida y todo nuestro interés».
1. La paz es un valor supremo y universal, deseado y deseable por todos los seres humanos.
2. La paz verdadera es humana y humanízate, cuyo fundamento son la vivencia de los valores de: la verdad, la justicia, el amor y la libertad.
3. Es sólo apariencia de paz aquella que se da en las dictaduras, en el miedo, envidia o en la miseria…, sin respeto alguno a la dignidad humana.
4. La educación es el medio y el fin privilegiado para la consecución de la paz personal y social.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
España vuelve a tener un Mundial de fútbol que será el torneo más global de la historia
Isaac Asenjo y Álex Sánchez
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.