Amnistía, libertad
Ernesto Medina
Viernes, 22 de septiembre 2023, 18:45
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Ernesto Medina
Viernes, 22 de septiembre 2023, 18:45
Muerto el dictador, las calles se llenaron con el cántico. Las paredes amanecían pintadas «amnistía, libertad». El cambio de régimen exigía borrón y cuenta nueva o no sería. El resto era secundario: la forma de Estado, la administración territorial. Tiempo habría para perfilarlo en la ... redacción de la Constitución. Era innegociable que los antifranquistas fueran eximidos de penas, responsabilidades y sus expedientes judiciales quedasen impolutos. La amnistía significaba jurídicamente que aquellos delitos no habían existido en referencia a su origen etimológico del griego 'olvido'. Sin embargo, para buena parte de la sociedad era el reconocimiento de que las sentencias franquistas eran inicuas y – aún más importante – suponía el reconocimiento social de los condenados como luchadores por la libertad.
Promulgada el quince de octubre de 1977, entró en vigor dos días después. Conviene recordar que fue aprobada en el Congreso de los Diputados por 296 votos a favor, dos en contra, 18 abstenciones y uno nulo. Imperfecta – dejaba fuera a los militares de la Unión Militar Democrática, que se habían opuesto al régimen y que no fueron readmitidos en el ejército – , mereció la coincidencia de derechas e izquierdas. Sirvan de ejemplo las palabras de Arias-Salgado, portavoz del gobierno de UCD, «el presupuesto ético-político de la democracia, de aquella democracia a la que aspiramos, que por ser auténtica no mira hacia atrás, sino que, fervientemente, quiere superar y trascender las divisiones que nos separaron y enfrentaron en el pasado», o de Marcelino Camacho, CC OO, «nosotros considerábamos que la pieza capital de esta política de reconciliación nacional tenía que ser la amnistía. ¿Cómo podríamos reconciliarnos los que nos habíamos estado matando los 'unos a los otros', si no borrábamos ese pasado de una vez para siempre?».
Tiempos, que los desmemoriados pretenden pretéritos, plenos de integridad y emoción. El presentador Lalo Azcona acabó un Telediario con las siguientes palabras: «Se está comentando que hay una canción que está prohibida, 'Libertad sin ira', y que no puede ser utilizada en Televisión Española. Nada más incierto. Y para demostrarlo, el grupo Jarcha va a cantarla ahora en directo». Yo me crié políticamente con esos y otros muchos referentes éticos de igual tenor.
Casi cincuenta años después, un proceloso candidato pretende colarnos de rondón otra amnistía para seguir en el poder. Afortunadamente, relevantes personalidades de su mismo partido – algunos han sido expulsado 'manu militari' por su derecho a discrepar – se han opuesto: Felipe González, Alfonso Guerra, Nicolás Redondo, Juan José Laborda, Joaquín Leguina… Dicen los pipiolos que están gagás.
La amnistía la exigen quienes pidieron la libertad inmediata de los detenidos por poner chinchetas en las carreteras catalanas durante la Vuelta a España. Marta Rovira, ERC, «esto es persecución del independentismo y represión política»; Laura Borràs, Junts, «las detenciones preventivas son propias de regímenes autoritarios y caducos». Desobediència Civil Catalunya, «para exigir la libertad de los compañeros detenidos ayer por el estado fascista».
Hubo una amnistía de la que me siento orgulloso. Me ha permitido vivir en libertad casi cinco decenios. Me opongo, reniego y maldigo a quienes postulan la actual. No consiento que en lugar de un ciudadano de pleno derecho me tilden de súbdito de una dictadura que tiene vergüenzas que lavar.
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