La propaganda de sus hagiógrafos decía que el dictador Franco la tenía. Las tropas moras que servían en las filas españolas durante la campaña de África atribuían su invulnerabilidad ante las balas que silbaban a su alrededor a la protección divina o a la buena ... fortuna. Id est, a la baraka. Un blanqueamiento de su vileza. Era dado el general antes a la crueldad despiadada que a la valentía. Mediocre militar, de pobreza intelectual, sin más virtudes que la falta de escrúpulos, sólo un desdichado cúmulo de circunstancias para él favorables lo llevaron a sojuzgar España durante cuarenta años. Una pena que en los riscos de Marruecos una bala no se lo llevara por delante. ¡Ah, la baraka!
En los tiempos presentes con la cornucopia de la fortuna se ha quedado en exclusiva Pedro Sánchez. Sus detractores -me incluyo en la partida de desafectos al régimen- lo acusan de mentir: los pactos con Pablo Iglesias, los indultos, la amnistía… Yo, en cambio, disculpo estas mudanzas de opinión pues están sujetas a la volubilidad en política de los dados. A quien corresponde juzgar tales actos, exentos de responsabilidad penal, es a los ciudadanos que emiten sentencias particulares con cada uno de sus votos. Dicho veredicto, inapelable, dista mucho por ahora de expulsar de su cargo al presidente, quien conserva el beneplácito de millones de votantes. Que yo no lo entienda no empece para la constatación de este apoyo.
En mi modesta opinión la baraka del 'Número 1' –denominación que al parecer se le atribuye en los mensajes cruzados por los comisionistas- ha sido la manera de sortear otros asuntos que se han diluido hasta convertirse en inanes. Por orden cronológico. Intentó un pucherazo en un congreso del PSOE escondiendo la urna tras un telón. Su tesis doctoral es un refrito de corta y pega, muy alejada de la excelencia académica exigible para la obtención de este grado. Durante la epidemia apelaba a un comité de expertos para justificar las medidas impopulares que habían de ser tomadas para vencer la crisis. Pero no existió tal comité de expertos. Nunca supimos qué médicos, virólogos, científicos o epidemiólogos lo componían porque –repito– ¡no existió! En el argot pleno de solecismos que tanto place a los voceros del Gobierno, ¡cero miembros o miembras!
Profeso mi admiración por el presidente en lo tocante a la visita de la vicepresidente de Venezuela, Delcy Rodríguez. Sus profundos conocimientos musicales se prestan a que con facilidad inusitada improvise variaciones sobre un mismo tema sin perder el compás ni la apostura. A cada cual más forzada y virtuosa sin que se adivine el final del teclado, aunque oídos expertos, probablemente interesados, perciben disarmonías.
Por cualquiera de las razones expuestas, por una sola de ellas, Pedro Sánchez está inhabilitado no sólo para presidir el gobierno. También para la vida pública. Excuso decirles para impartir lecciones doctorales de integridad personal, moral o política.
Que los designios del Estado estén en estas manos no envilece a su propietario sino a toda la sociedad. Incluidos los envidiosos como yo que anhelamos para nuestra vida personal unas migajas de la baraka del señor presidente.
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