Mediodía soleado y decembrino en mi terraza. Dos vermús con rodaja de naranja para acompañar o ser acompañados -no tengo muy clara la prevalencia- por una lata de conserva de bonito del norte frito en escabeche, un tomate maduro pero prieto de la huerta de ... Jaén, un chorreón de aceite prémium picual y sal gorda. Por la puerta abierta del salón ambienta la música de Juan Manuel de la Puente seleccionada por mi violinista de cabecera, Luis Báez, que en justo intercambio por el aperitivo me ilustra «de la Puente fue maestro de capilla en la Catedral en el siglo XVIII. Murió en Jaén. Es un compositor barroco al que los musicólogos internacionales le conceden timbre de gloria. Una lástima que su discografía sea todavía escasa. Otra joya giennense desconocida para el común de los mortales. Siempre nos pasa igual. No tenemos arreglo».
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Música y conservas para alegrar la mañana. Ambas unidas por la misma etimología. Prosigue Luis «la palabra conservatorio para designar el edificio donde se imparten enseñanzas musicales proviene de Italia. Durante el Renacimiento se crearon establecimientos con función asistencial para 'conservar' a huérfanos o niños sin recursos. Se les impartía formación académica entre las que sobresalía la musical. Te sonará el Ospedale della Pietà en Venecia para muchachas, donde trabajó y quizá otras cosas -ha añadido picarón- Vivaldi».
No he querido sacarle el tema de la dotación del Conservatorio Superior de Música de Jaén. ¿Qué hubiera pasado si la lata de bonito hubiera venido vacía, a medio llenar o con el pescado estropeado? Un conservatorio superior tiene rango de facultad pues su titulación equivale a un grado universitario. Imaginen un laboratorio de química sin matraces, los alumnos de veterinaria sin un animalario para las prácticas o los futuros médicos sin acudir a los quirófanos porque no han sido previstos los recursos necesarios. «Cómprese azufre en la droguería o que la protectora de animales nos preste cuatro gatos. Los de medicina que vayan poniendo tiritas y desinfectando con agua oxigenada mientras vemos cómo lo resolvemos». Igual de ridículo es que el Conservatorio Superior de Música de Jaén estrene la sede nueva del Bulevar -un gran edificio, por cierto- sin un piano de gran cola para recitales y conciertos o sin la variedad y número suficiente de instrumentos para formar a quienes se dedicarán profesionalmente a la música.
El prestigio del Conservatorio es el prestigio de la ciudad. Acuden alumnos allende nuestra provincia, que para sonrojo de nuestros gobernantes locales y provinciales son los que están luchando por la dignidad del Conservatorio. Como sucede en el resto de capitales andaluzas que imparten estos estudios superiores, inmediatamente será un foco cultural abierto a la ciudad. Sin embargo, la Consejería de Desarrollo Educativo -tras tan pomposo nombre habitualmente se esconde una muy liviana pompa de jabón- es cicatera. Ni siquiera cabe aplicarle el viejo adagio de que lo barato sale caro. Su falta de previsión y planificación no pueden pagarla una vez más Jaén y sus habitantes. Tienen todavía tiempo para aprenderse la partitura. Afinado el violín, consentiremos en que el bálsamo de la música nos haga olvidar esta nueva disarmonía.
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