La montera queda sobre el albero hasta que un subalterno corre a recogerla, le limpia la arena y la guarda en el callejón hasta que el matador se digne explicar en qué consistía la ocurrencia de brindar un toro que no tenía ni un mal ... trasteo. Pedro Sánchez pide la muleta de la educación, se va a los medios y anuncia quinientos millones de euros para resolver los malos resultados que España ha obtenido en la última evaluación internacional. Semejante inversión ha de resolver la comprensión lectora y la capacidad matemática de los alumnos de primaria y secundaria.
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En lugar de anuncios inanes para rellenar los titulares de un domingo en la precampaña electoral de las elecciones gallegas, la educación requiere sosiego, perspectiva. Y acción política, que ha de ser consensuada. Pero los gobernantes estiman que los problemas educativos se resuelven a golpe de ley sin considerar que es imprescindible que quienes han de ejecutarla no lo interpreten en sentido literal.
He vivido como alumno y profesor muchas modificaciones legislativas de la enseñanza. Yo sufrí en quinto de EGB la moda de la teoría de los conjuntos. Perdimos un año en dibujar globos de los que salían flechas a ninguna diana. Sirvieron, al menos, aquellas saetas para enlazar los primeros enamoramientos. Frente a tal alarde de modernidad, sin embargo, con trece años, era obligatorio haber leído La Celestina. Quedose enterrada en tamaña desmesura la afición a la lectura de una muchedumbre de ciudadanos que desde entonces no tiene más afán por el papel impreso que los titulares de la prensa deportiva.
Ahora se estilan las situaciones de aprendizaje, los centros de interés, el trabajo cooperativo, los proyectos interdisciplinares y otra jerigonza que cambia inmisericorde sin que ninguna reforma educativa conquiste el corazón de las aulas porque en asuntos pedagógicos siempre se empieza por poner los sanitarios y los azulejos para posteriormente instalar las tuberías. En román paladino, jamás tendrá éxito una modificación educativa si los profesores no son primero formados y obligados después a ponerla en práctica. Les dejo un ejemplo que ilustra el despropósito.
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Con la llegada de la era digital se decidió, elogiable criterio, llenar los colegios con ordenadores, pizarras digitales y conexión a internet. Pero quedó al libre albedrío de cada profesor su aprendizaje e incorporación a la docencia sin que la administración impusiera inexcusablemente su uso. De manera que una inversión millonaria fue relegada en muchos casos a la exclusiva misión de poner películas los finales de trimestre. El proceso lógico hubiera sido la formación obligatoria de los docentes y la supervisión periódica de la puesta en práctica de esta metodología. Lo cual hubiera supuesto, probablemente, un enfrentamiento poco rentable en términos políticos con los sindicatos corporativistas de los docentes. De manera que unos por otros la casa sin barrer.
Hay buenos y malos profesores en España. Todos cobran lo mismo y tienen asegurado el puesto de por vida salvo crimen flagrante de lesa humanidad. Nadie tiene intención de que la situación cambie. Los quinientos millones de Pedro Sánchez no son nada, no son nada. Más nos valdrían quinientos minutos de responsabilidad gobernante.
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