Cuenta el Antiguo Testamento (Josué VI, 1-26) que lo israelitas circunvalaron la ciudad fortificada de Jericó durante seis días. Siete sacerdotes portaban el Arca al tiempo que tocaban las trompetas. El séptimo día, bajo el estruendo de los instrumentos musicales, fueron siete las vueltas, ... al cabo de las cuales las murallas se derrumbaron. La fe en su Dios y la perseverancia esotérica del siete obtuvieron la recompensa del triunfo. La ciudad fue arrasada. Ningún ser humano o animal quedó con vida salvo la prostituta Rajab que había ayudado a los judíos.

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Los alumnos y profesores del Conservatorio Superior de Música de Jaén no son tan inmisericordes como los ejércitos de la Biblia, pero albergan igual determinación. La Consejería de Desarrollo Educativo y Formación Profesional -con lo fácil que era cuando se llamaba simplemente Consejería de Educación- está rodeada por el sonido de las protestas. Cuando se hubieron iniciado las quejas ante la insuficiente dotación de material para impartir unas enseñanzas que equivalen a un grado universitario, los políticos recurrieron al manual de defensa: «lección primera, ante reclamaciones multitudinarias de los administrados, se procederá con temple. Por lo general tras el primer embate, los afectados pierden fuelle. Mareo de perdiz hasta que el cansancio haga mella en los reivindicadores». La Delegación territorial de Jaén ha seguido con lealtad perruna las consignas. Capotazo: «seguiremos trabajando para dotar de más instrumentos». Otro capotazo: «el compromiso que tiene la Consejería con las enseñanzas musicales». Buñuelos propagandísticos: «(la formación musical) no es obligatoria, pero forma parte del desarrollo integral de nuestra sociedad y supone un impulso ¡al tejido productivo de Andalucía! –los signos de exclamación son de mi cosecha–».

Para sorpresa de los gestores públicos los conciertos de viento persisten. Los músicos, sin desarmonías, continúan el asedio. La oposición política ha encontrado materia para buscarle las cosquillas a la Junta de Andalucía. El asunto tiende a enquistarse como sucede cada vez que temas que habrían de ser resueltos bajo el estricto prisma del interés general se convierten en escaramuzas con las que los partidos políticos justifican su existencia.

Sin embargo, existe una variable que los estrategas no han valorado. Los alumnos y los profesores tocan juntos esta sinfonía, a quienes, además, no cabe amedrentar con solapadas amenazas. Consideran que sus peticiones son razonables. No ceden. Tienen la certeza de que la fuerza de su sonido conseguirá que caiga la sinrazón de la Consejería. Ya llevan más de tres meses. Tengo para mí que no desfallecerán hasta que una marcha triunfal ponga fin a la partitura.

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Mi admiración aumenta al constatar que los adalides de estas reivindicaciones no son naturales de Jaén. Músicos foráneos que han elegido este Conservatorio Superior por la excelencia de sus enseñanzas, pero que sin embargo han acabado convertidos en giennenses de pro. Es imposible derrotar a quien elige bando por convicciones. A quien por encima de intereses materiales antepone la fortaleza de sus principios. La espiritualidad de la música es indestructible. Convendría, no obstante, que los giennenses de a pie portemos también las trompetas de Jericó. Por nuestro progreso musical. Por el futuro de la propia ciudad.

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