Ayer sentí una revelación al ver volar por los aires a Bob Espoja en pleno centro de Granada. Me di cuenta de que la sutileza es, de entre todos los espectros de la sensibilidad, la que determina la naturaleza de nuestra existencia social. Si nadie ... se fija en ese detalle estamos perdidos. Pero nuestra ciudad es un sinfín de detalles como ese que se nos fueron de las manos, que volaron por los aires, que se alejaron de nuestro campo y de nuestra visión, causándonos llanto.
Hace tiempo regresaron los globos de helio trasparentes. Me pareció precioso ver a niños pequeños, niños del siglo XXI, llevando alrededor de sus pequeñas muñecas un brazalete de cuerda del que prendía un globo absolutamente transparente. Qué sutileza. Qué elegancia. No era necesario ponerle color porque los globos de helio ya han utilizado tantas escalas cromáticas, han caído en tantos excesos, que lo transgresor suponía quitarle al todo su color para comenzar de nuevo.
En Navidad, cerca de Puerta Real, era fácil ver la versión evolucionada de ese mismo globo. También eran virtuosamente trasparentes y cuando volaban, porque se les escapaba a algún niño, dejaban ver el cielo al otro lado. Sin embargo, se habían añadido luces de colores a su alrededor. Veías brillar sus led, en el contorno del globo transparente, pero sin ningún otro color. Y me parecía francamente bello. En cierto modo el diseño se había mejorado. Era tan agradable como un texto sin un exceso de adjetivos. Esencial.
Por desgracia la tragedia se ha desencadenado. El mismo globo, transparente y con luces, ha sido condecorado con Bob Espoja. Y la gente lo compra, se lo da a sus niños y nadie nota la diferencia. Se ha perdido la sutileza. Se ha perdido la transgresión de la simplicidad. Ya teníamos globos plateados para ofrecernos diseños infantiles. La gracia del globo transparente era que suponía regresar a lo tradicional, nos liberaban la mirada de tanta contaminación de colorido. Libre, limpio y sencillo. Y sin Bob Esponja.
Algunas veces en esta ciudad pasa eso. Lo sutil se sobrecarga para que los ciegos puedan ver (qué pena ser un ciego en Granada, decían por esos ciegos). Algunas veces los estímulos visuales nos tratan como si fuésemos turistas en Times Square. Y te compro, y te vendo, te doy todo en rótulos grandes, con pantallas gigantescas, que todo lo tapan. Hasta la sutileza. ¿Conocen esa jodida pantalla que han instalado en la Plaza Rotary? En ella pienso. Es un atentado contra la sutileza, pero también contra el buen gusto.
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