Estado sin nación
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El sueño que formulan está en las antípodas de la diversidadLos nacionalismos vasco y catalán suelen argumentar que las suyas son naciones sin Estado y por tanto insatisfechas. De ahí deriva la justificación independentista para darnos la brasa. La nación catalana constituye una nación sin Estado, aseguran, de lo que derivan graves lamentos y despliegues ... de victimismo, como si tal «desafuero» fuese la expresión suma de una gravísima injusticia histórica. No es así: si algo tiene el nacionalismo catalán es Estado (lo mismo sucede en el País Vasco). La ocupación de las instancias estatales en Cataluña y su uso e identificación con un movimiento nacional no tiene parangón en el resto de España, tras cuatro décadas de construcción de la autonomía con una agresividad estatalizante.
El nacionalismo controla al Estado presente en Cataluña, entendiendo por Estado la organización política y administrativa de la sociedad, que la ocupan casi por completo. Tiene Estado a raudales, más que cualquier otro sector político en España, salvo el nacionalismo vasco. No puede quejarse, su nación no es una nación sin Estado. Sucede al revés: a su Estado (catalán) le falta de momento la nación, pues buena parte de la sociedad catalana no ajusta su idioma e identidad a los que deberían ser, según la doctrina del régimen. De ahí la vorágine de proyectos, planes e ideas chocantes que nos rodean, referéndum incluido.
Buscan acabar con tal estado de cosas. Hay un Estado (catalán) sin nación (catalana) y quiere tenerla. Para eso quiere su Estado propio. El principal designio de la ocupación nacionalista de instancias estatales consiste en nacionalizar la sociedad catalana, entendiendo por tal su conversión política al nacionalismo y su transformación identitaria conforme a su modelo de catalán. De ahí que el Estado que controla el nacionalismo sea beligerante con sus ciudadanos, con la mayoría que no se siente nacionalista. Es un Estado sin nación, pero dispuesto a formarla a cualquier costo. Es decir, a costa de los catalanes que no son nacionalistas.
Estado en busca de una nación, el Estado controlado por el independentismo tiene voluntad de condicionar la vida de los ciudadanos, vía idiomática, vía presión cultural o por el procedimiento de lograr categóricos cambios políticos. Que se forme al modo de un Estado soberano, incluyendo múltiples rasgos diferenciadores, cuantos más mejor, y una completa simbología propia y excluyente.
Este desenvolvimiento del Estado sin nación pero en su búsqueda tiene una consecuencia en el terreno de las imágenes y en la argumentación legitimadora, esa idea de que «España es una nación de naciones». Suele presentarse como la formulación de una España plural y culturalmente rica, compuesta por distintas comunidades, plenas libertades culturales y armonías nacionales. Es lo contrario, en la expresión nacionalista. El sueño que formulan está en las antípodas de la diversidad. Es el anhelo de una España plural pero menos, pues añora una pluralidad peculiar, la que les permitiese a los nacionalistas eliminar en su nación respectiva la variedad, diversidad y libertad cultural. Se trata de construir Estados-nación, internamente de una homogeneidad aplastante.
El «España nación de naciones», al margen del origen del concepto, es hoy la expresión del sueño-pesadilla de una España compuesta por Estados-naciones, o descompuesta por los mismos, dando la murga a sus ciudadanos y eliminándoles la pluralidad cultural, ideológica y política, llegándose a sociedades internamente planas, alejadas de la diversidad.
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